El rey Juan Carlos I pidió hace tres años a su hija la infanta Cristina que renunciara a sus derechos sucesorios debido a la investigación de un caso de corrupción sobre su marido, Iñaki Urdangarin, y que le llevará a ella al banquillo de los acusados, según un libro publicado hoy. EFE
El periodista Fernando Ónega revela en su libro “Juan Carlos I, el hombre que pudo reinar” los entresijos de la abdicación del monarca en su hijo el rey Felipe VI y el “golpe tremendo” que le ha supuesto la imputación de su hija por dicho caso de corrupción.
“Déjamelo a mí que soy su padre”, fue el consejo que, según Ónega, le hizo recientemente el rey Juan Carlos a su hijo sobre la situación de la infanta Cristina.
La hermana del rey Felipe VI será juzgada como presunta cooperadora en dos delitos fiscales supuestamente cometidos por su marido en el llamado “caso Nóos”, en relación con una fundación sin ánimo de lucro presidida por Urdangarin y a la que supuestamente se desviaron 6,1 millones de euros (unos 7,5 millones de dólares) de fondos públicos entre 2004 y 2007.
Así, según relata el periodista, hace tres años el rey Juan Carlos, todavía Jefe de Estado, envió a Estados Unidos, donde vivía su hija entonces, a dos emisarios -uno de ellos Fernando Almansa- para hablar con la infanta Cristina y pedirle que renunciara a sus derechos sucesorios a la Corona por el bien de la institución.
La infanta “tomó nota” de esa solicitud, pero hasta ahora no ha habido ninguna respuesta.
Ya cerca de esta Navidad, el rey Juan Carlos y su hijo hablaron de nuevo sobre la situación penal de la infanta y su asistencia a los actos familiares por las fiestas.
Durante esa conversación, el rey Juan Carlos recomendó a su hijo que le dejara a él mediar con la infanta, según el periodista,
Después de eso, Ónega afirma que no le consta que el rey Juan Carlos haya vuelto a hablar del asunto con su hija, aunque sí que ha pesado mucho su opinión de que sea apartada de la familia real.
En el libro, Ónega incluye el primer testimonio del monarca después de su abdicación el pasado mes de junio, un momento histórico que vivió con una mezcla de sentimientos contradictorios.
Lo primero, “la satisfacción del deber cumplido” y “el orgullo de padre” al ver a su hijo nuevo rey, aunque también el “dolor de la despedida” después de casi cuatro décadas de reinado.
La abdicación comenzó a gestarse hace casi dos años, aunque la decisión se precipitó con el discurso de la Pascua Militar de enero de 2014, en el que el rey dio una imagen de hombre cansado y con una salud muy deteriorada.
Antes de eso, se había producido la “humillación” de pedir perdón públicamente por el accidentado viaje a Bostsuana, y la pérdida de imagen de la monarquía que apuntaban todas las encuestas, según el libro.
Juan Carlos I pronunció su discurso de abdicación el 2 de junio pasado y el 19 del mismo mes su hijo fue proclamado rey.
Onéga afirma que ve ahora al rey Juan Carlos “relajadísimo”, con la sensación de que se ha quitado “un peso de encima” y la satisfacción de que el proceso de sucesión “salió bien”.
En la entrevista con el periodista, Juan Carlos I no quiso hablar sobre cómo se debe reinar para no condicionar a su hijo.
El rey Juan Carlos I es ahora un hombre que tararea todas las canciones de María Dolores Pradera, que responde a todas las llamadas telefónicas y que no duda en quedarse despierto hasta altas horas de la madrugada contestando mensajes, dice el periodista.
En su residencia del Palacio de la Zarzuela -añade Ónega- “la casa está sosegada”, la relación con la reina Letizia es “mucho más cordial” que en tiempos pasados en los que existía un “choque de culturas” y su trato con su esposa, la reina Sofía, se resume en los besos que se dedicaron en el balcón del Palacio Real el pasado 19 de junio, día de la proclamación de Felipe VI.