En lo político el panorama no es muy diferente. La impericia y la barbarie han sido igual o peor que la situación económica y abre el año con la mayor canallada de su periodo de gobierno: ofreció canjear al “terrorista” Leopoldo López, por el terrorista (para Maduro patriota) ciudadano puertorriqueño Oscar López Rivera.
Las implicaciones de este “canje” son terribles para Maduro, la imagen internacional del gobierno que dirige deja en evidencia claros síntomas de desequilibrio mental o por lo menos de pérdida de conciencia temporal. En primer lugar, no hay foro internacional donde no se hable de los presos políticos de Maduro y Cabello. Tuve la fortuna de asistir a la última reunión de la Internacional Socialista en Ginebra, organización que agrupa a más de 160 partidos del mundo, de los cuales aproximadamente 70 son partidos de gobierno, y la condena que recibió el gobierno de Maduro por el trato a los presos políticos fue unánime. Ni siquiera las delegaciones de los países aliados al PSUV, China, Brasil, Nicaragua, el PRD Mexicano, por mencionar algunos, se atrevieron a levantar la voz para defender lo indefendible: Maduro permite que arrojen excremento a los barrotes de la cárcel de López, para impedir que se asome a la ventana y pueda ser fotografiado.
El gobierno ha intentado argumentar, infructuosamente que López y los otros 92 presos políticos, son políticos presos, al igual que los desterrados son “corruptos” felices viviendo en el imperio. Ayer Maduro acabó con millones de dólares invertidos en propaganda y lobby, con la declaración del “canje”. El Stalin criollo asume, por la calle del medio, que acá eso de división de poderes no existe, que la justicia está arrodillada a los intereses de Miraflores. Con esa declaración, Maduro echó por tierra el argumento de sus “juristas del horror” y como a confesión de parte relevo de pruebas, ya no estará más en discusión el tema de si es o no un preso político.
Ahora resta analizar la razón de tan desafortunada declaración. Hay quienes opinan que todo obedece a una estrategia de profundizar el odio social y las contradicciones de clases, basado en la experiencia cubana del periodo especial que sobrevino luego de la caída del muro de Berlín. Recordemos que los Castro, a punta de control social, represión y expulsión de miles de cubanos, lograron capear el temporal económico sin necesidad de acometer reformas estructurales, hasta que llegó Chávez con su alforja llena de petrodólares a salvarle la partida.
Creo que en la mente de Maduro hay mucho de eso, pero no le arreo ganancias a ese camino suicida. Más bien la explicación a la saña contra Leopoldo, los desterrados y los muchachos presos obedece a una cierta pérdida de conexión con la realidad tratando de recrear su propia guerra fría. Maduro y su combo sienten que cada día controlan menos el país. Hoy solo 16%, de los venezolanos dice simpatizar con el PSUV, la popularidad de Maduro está a punto de bajar del 20% y ellos saben que existe una correlación muy fuerte entre los votos del gobierno y la popularidad del presidente. En ese contexto, maltratar presos, y si estos provienen de familias pudientes, les aumenta la sensación de poder y reafirma psicológicamente que algo controlan.
El maltrato de la élite decadente del PSUV con los compatriotas presos es una demostración de cobardía e inseguridad. No recuerdo que ningún presidente se haya atrevido nunca a semejante acto, claramente inconstitucional y contrario a la tradición que han tenido los gobiernos, de izquierda o derecha, de defender a los ciudadanos de la patria. A Maduro se le notan las costuras por todos lados, y es probable que en su afán iluso de reavivar las tensiones oriente-occidente, frotándose el bigote cual Stalin, haya compartido con Biden la genial idea de este vil canje. No me cabe la menor duda que Maduro y su combo pagará el costo político de odiar con tanta saña a los venezolanos.
Carlos Valero
@carlosvalero08