París recuerda el mito de Eva Perón

París recuerda el mito de Eva Perón

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La muestra “Eva Perón en imágenes” celebra al carismático y turbulento icono en París mediante un completo recorrido biográfico (1919-1952) que, hasta el próximo 30 de enero, acoge la Embajada argentina en Francia.

“Volveré y seré millones”, avisó Evita poco antes de su muerte en una profecía que, en cierto modo y con motivo de la exposición, también alude a su visita en 1947 a la capital francesa, segunda parada de la llamada Gira del Arco Iris, un puente tendido por la propia diva entre Europa y la Argentina de Juan Domingo Perón.

París puso a su disposición el automóvil del general De Gaulle -un honor antes sólo reservado al premier británico Winston Churchill-, que permitió a la argentina conocer la catedral de Notre-Dame antes de reunirse con el entonces presidente francés, Vincent Auriol.

El viaje, que la llevó de la España franquista a Portugal, Francia o Italia, buscaba afianzar la presencia internacional del peronismo y, al calor de las pasiones suscitadas, forjó el icono de quien pronto pasó de ser la esposa del presidente a, sencillamente, Evita.

Es ese mito, la dimensión política del personaje, el que rastrea una muestra que, en palabras de su comisario, Eduardo Carballido, honra “una figura que marcó la historia de la Argentina y trascendió sus fronteras”.

De ello dan prueba los numerosos documentos y fotografías que componen una exposición cuyas vitrinas repasan incluso el vestuario de Eva Perón.

Aclamada por una multitud, Evita ya había recibido honores de jefe de estado durante su visita en esa gira a la España de Franco, admirado por Perón y con quien este esperaba cerrar un ventajoso acuerdo comercial para abastecer a un país arrasado.

De aquellos días datan sus sonados choques con la esposa del dictador, Carmen Polo, reacia a secundar la voluntad de la argentina, quien deseaba recorrer las humildes barriadas madrileñas y los hospitales.

Entonces cabeceras como la francesa “Paris Match” o “Time” dedicaban números a aquella exactriz de radionovelas de apenas 27 años -todo un fenómeno pop- súbitamente ascendida a portadora de un “arco iris diplomático” a través del maltrecho Viejo Continente.

“Ese viaje marca su vida -reconoce Carballido-, pero es a la vuelta cuando Evita comienza su trabajo más importante, la fundación que crea para ayudar a los más necesitados”.

Si la gira europea consolidó al icono a finales de los años cuarenta, su retorno inaugura, en efecto, el inicio de una intensa actividad política destinada a mitigar la pobreza “de forma directa, sin burocracias”.

De origen popular y decidida a traducir la doctrina del régimen -que integraba un fuerte componente social- a las clases obreras, Evita encarnó la defensa oficial de los desfavorecidos, especialmente las mujeres, cuyo acceso al sufragio impulsó en 1946.

Luego, muy pronto -como todo en su vida-, llegó la enfermedad. El cáncer le fue diagnosticado a comienzos de los cincuenta, inicio de un veloz deterioro físico que ella, consciente de sus escasas posibilidades, resolvió ignorar.

“Ella lo sabía y decidió no cuidarse, trabajará hasta el último momento de su vida, y eso contribuye a la formación del mito”, concluye Carballido.

En pleno auge político, Evita contaba 33 años cuando falleció, ya convertida, al margen de rechazos y adhesiones, en un hito popular de la historia argentina. EFE

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