El año 2014 Venezuela vivió un penoso retroceso. La conflictividad política fue extrema hasta el punto de medirse en heridos y muertos las derrotas y no en escaños perdidos o en propuestas legislativas negadas. La barbarie se hizo presente.
Trabajadores manuales, especializados y profesionales comprobaron que sus salarios poco valen, mientras los consumidores no necesitaron cifra alguna del Banco Central para medir el desabastecimiento de alimentos, de medicinas, de repuestos para automóviles o de boletos aéreos.
Se hizo patente que casi nada se produce en el país, ni jabón de lavar, ni aceite, tampoco leche. Con el agravante de empresas importadoras que perdieron crédito internacional por no contar con dólares para cumplir con sus obligaciones y, en consecuencia, el mercado no dispuso de los productos importados que suplían al desmantelado aparato productivo nacional.
El barril de petróleo cerró la última semana de diciembre en 46 dólares. Triste final de una época en la que Venezuela redujo su producción de 3.500.000 barriles diarios en 1998 a 2.300.000 barriles hoy día. En nada se aprovechó la década del barril a cien dólares y, peor, se perdieron los clientes más importantes en aras de proveer crudo a aliados políticos del chavismo, unos que nada pagan por ese bien y otros que lo reciben como pago de deudas del gobierno.
En vez de presentar un plan de reacción o de recuperación inmediata ante estas situaciones, las dos últimas alocuciones del Presidente Maduro nada aportan.
En el saludo de fin de año a los militares se dedicó a amenazar e injuriar a los sectores críticos con sus acciones. Ni una pizca de conciliación. Ni un asomo de rectificación de los errores cometidos. Posiblemente alguien le aconsejó que debía lucir indoblegable o intransigente para impresionar a la tropa que hizo un plantón de horas y lo menos que oyó fue un mensaje navideño de paz y amor.
Horas después, en publicitada cadena para la que había prometido importantes anuncios económicos, nada se le presentó al país. Hablo horas y nada dijo. Nombró decenas de comisiones. Más burocracia. Prácticamente designó un Gabinete paralelo. Creó otra Vicepresidencia adulando a los militares. Arremetió de nuevo contra sus críticos. Pero nada le quedó al país, salvo la sensación de un inmenso vacío.
@claudioefermin