Lapatilla
Es tema obligado de toda conversación, el fin de año y el inicio de este, ha conocido las manifestaciones más horrendas del fracaso de la política económica. Nunca antes, en la época contemporánea, la escasez de productos de primera necesidad había alcanzado las dimensiones actuales. La búsqueda desesperada de alimentos, medicinas y productos para la higiene y aseo personal paso a ser centro de la preocupación de los venezolanos.
La altísima inflación, la baja de los precios del petróleo, un dólar por las nubes y la delincuencia desbordada constituyen ingredientes que conforman un peligroso coctel, añadido al ya creciente descontento presente en las distintas esferas de la sociedad.
Progresivamente la desilusión y el descontento se han venido transformando en la justa protesta que se manifiesta a lo largo de las colas en todo el país. Es allí donde se expresa la indignación frente al actual estado de cosas, el hecho de que no se concentre en una plaza no significa inexistencia de ira contenida. El malestar se acrecienta, la inconformidad es cada día mayor; a diferencia del pasado reciente, ahora se señalan responsables. Los estudios de opinión así lo demuestran. La debilidad del gobierno es manifiesta, no posee respuestas convincentes. Solo piensan y amenazan con represión y consideran que el cerco mediático es suficiente. Cuan equivocados están. Las declaraciones de sus voceros intentando explicar lo inexplicable, bien sea Arreaza, Osorio o Villegas rebotan como “boomerang”, e incrementan la irritación popular. En el propio oficialismo crecen las dudas sobre la capacidad de Maduro para hacerle frente a la crisis, el panorama les luce cada vez más complicado, el desconcierto se apodera de sus filas.
El descontento reseñado no necesariamente se expresará en el crecimiento de la mayoría política que se ha venido conformando como alternativa, depende de nuestra actuación. No es automática la captación del malestar si no se actúa en esa dirección. Tampoco se trata de trazar líneas, o pretender dictar lecciones desde fuera. La predica debe hacerse como afectados por la crisis, al igual que todos nuestros compatriotas. Frente al bloqueo, la comunicación directa es fundamental, para transformar la desilusión y el malestar en factores conscientes. Un escenario que hoy lo posibilita es precisamente el integrarse a las colas, no para “volantear” sino para participar del diálogo y los debates que allí normalmente se presentan. En síntesis se trata de hacer realidad el propósito tan pregonado de “acompañar al pueblo en su experiencia”. Al hacerlo cumpliremos con una digna tarea que además nos permitirá continuar en esta lucha por la necesidad de cambiar el rumbo del país, para lo cual es imprescindible consolidar y ampliar la mayoría para alcanzar el cambio político. No solo estamos convencidos de su necesidad sino de su posibilidad. De nuevo dependerá de nosotros, de todos nosotros unidos. Que siempre sea así!
Luis Manuel Esculpi