Llegó la hora de la verdad, de la decencia, de la probidad, de perfilar responsabilidades individuales y colectivas. Hay que hablar claro y sin remilgos. Para que reine, de ahora en adelante el avance de la ética y el respeto de las buenas costumbres hay que luchar. ¡Hay un país por delante que salvar! Para lograrlo, tenemos que ser consecuentes y valientes con él. Esto empuja a vencer, con urgencia, a la usurpación y a la arbitrariedad.
Para lograrlo tenemos que ser previsivos, indagadores y decirnos la verdad. Esto equivale a darnos las respuestas de las siguientes preguntas: ¿Quiénes originaron la grave crisis actual? ¿Quiénes dilapidaron, destrozaron y debilitaron a la economía venezolana hasta colocarla a la par o por debajo de los países más pobres del continente? ¿Quiénes invadieron, expropiaron e hicieron fracasar a la empresa e industria venezolana? ¿Por qué la empresa venezolana está en el exilio? ¿Quiénes se están lucrando del río revuelto de la crisis? ¿Cuáles son las causas de la escasez? ¿Por qué las políticas económicas del gobierno causan inflación? ¿Quiénes gobiernan y administran al país desde hace 16 años? No hay duda, la población venezolana sabe quiénes son los culpables.
Sin acierto, muchos intentan culpar al pueblo de la gran catástrofe. Y todo, porque no fue capaz de evitar que la mal llamada revolución llegara a destrozar al país en lo político, social y económico. Pero el pueblo es llevado bajo engaño, generalmente, por el vendaval de alguna esperanza posible, de la propaganda psicológica-política o porque se prenda, de manera fácil, de algún líder carismático y vocinglero. Por consiguiente, la culpa no es del engañado, es de quien engaña.
Generalizar, por demás, es un acto de injusticia. Vale decir que no todos los venezolanos son corruptos ni los que se ven en las colas son contrabandistas de extracción (“bachaqueros”). Echarles la culpa a ellos, es evadir la mirada del verdadero blanco.
No todos los venezolanos son raspa tarjetas, reciben fraudulentamente dólares del Sistema Cambiario Alternativo de Divisas (Sicad I y Sicad II) ni del Centro Nacional del Comercio Exterior (Cencoex) ni todos pertenecen al “mercado negro o rojo” de dólares ni se sirven de trámites ilícitos para estafar. No todos los funcionarios del Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (SENIAT), Guardias Nacionales ni policías son extorsionadores, ni exigen cambio, para ir a enriquecerse, ilícitamente, en la frontera.
No todos los comerciantes son especuladores, tramposos ni alteran productos, precios, pesos ni medidas. No todos los comerciantes mayoristas expiden factura de productos regulados por un lado; pero para venderlo exige, por debajo de la mesa, más dinero ni alegan, que ese dinero, es para pagar las alcabalas y la extorsión de Guardias Nacionales y policías. No todo funcionario público te niega atención, para darte algún servicio o producto, y luego, exigirte dinero extra, por encima del que tienes que pagar, legalmente.
El gobierno, de manera cierta, descuidó la autoridad y la perdió. Propició el abuso de poder. Despilfarró y disparó la fuga de capitales y de cerebros. Atacó, invadió, expropió a la empresa privada y provocó despidos masivos de trabajadores. Afectó, de manera crítica y negativa, a todos los Sectores de la Producción hasta debilitar la economía; propició además, que la poca producción y productos importados, cayeran en manos de las grandes mafias del contrabando de extracción.
Y por añadidura, las empresas que deberían operar en Venezuela, están en Colombia o en otro país del continente. De tal manera, esta es la verdad y las consecuencias son, sin duda, la escasez, la inflación y el debilitamiento exacerbado del bolívar, no es mentira ni ficción. Es una realidad a sentir y sufrir por toda la familia venezolana.
La mayoría de los venezolanos son gente decente. Y, como tales, quieren la unidad del país. Aman la paz, el trabajo honrado y aspiran a progresar para dar a la nación mejor seguridad y bonanza económica sin prejuicio del pueblo en general. Los hijos de la patria de Bolívar, lo que más desean es que haya gobierno. Un gobierno que coloque a cada quien en su lugar, proteja de verdad a la gente, aplique auténtica justicia, que abra fuentes de empleo y hayan cambios en las políticas socio-económicas.
Todo impele a la reapertura de libertades políticas, sin represión ni presos políticos. Esto, por supuesto, traducido en progreso y desarrollo, tiene que ir sustentado bajo los efectos de una mirada cargada de futuro positivo y de más libertades democráticas. Esta vez, la realidad actual destroza la capacidad de respuesta de la “revolución”. Situación que impacta, de manera negativa, contra el bienestar de la población.
Entre tanto, el presidente Nicolás Maduro, en aras de defender a un sistema incapaz de administrar al país con acierto. Y, por ende, impedido por su naturaleza socialista, de crear cálculo económico, pretende hacernos aceptar la prosecución de su gobierno fracasado, mediante la imposición de sus largas y esperadas medidas económicas. De tal manera, por esto, y como desiderátum nacional, urge cambio de gobierno y de sistema.
Víctor Vielma Molina/Educador/victormvielmam@gmail.com