En una columna de opinión en el diario español El País, el reconocido escritor Mario Vargas Llosa hace una analogía entre una vieja tradición japonesa llamada “El Harakiri” (caballeros se suicidaban) y las decisiones políticas de los gobiernos de América Latina y Europa.
“El harakiri es una noble tradición japonesa en la que militares, políticos, empresarios y a veces escritores (como Yukio Mishima), avergonzados por fracasos o acciones que, creían, los deshonraban, se despanzurraban en una ceremonia sangrienta”, explica Vargas Llosa. Aunque aclara que “los caballeros nipones ya no se suicidan”, asegura y fundamenta que “el ritual de inmolación es colectivo y lo practican los países que, presa de un desvarío pasajero o prolongado, deciden empobrecerse, barbarizarse, corromperse, o todas esas cosas a la vez”.
Sobre Venezuela, el Nobel de Literatura también hace un análisis muy crítico: “Tenía una democracia imperfecta, cierto, pero real, con prensa libre, elecciones genuinas, partidos políticos diversos, y, mal que mal, el país progresaba. Abundaban la corrupción y el despilfarro, por desgracia, y esto llevó a una mayoría de venezolanos a descreer de la democracia y confiar su suerte a un caudillo mesiánico: el comandante Hugo Chávez”.
Luego de una descripción de algunas de las atrocidades y medidas antidemocráticas que acechan al país caribeño-“la dictadura ha clausurado estaciones de televisión, radios y periódicos, llenado las cárceles de disidentes, multiplicado la corrupción a extremos vertiginosos”- Vargas Llosa deja entrever que será dificultoso para el pueblo volver a la libertad: “El Gobierno de Maduro ha demostrado que, aunque inepto para todo lo demás, a la hora de fraguar elecciones y de encarcelar, torturar y asesinar opositores no le tiembla la mano”.
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