Madre de Adriana Urquiola: Creo en la justicia divina, pero el asesino de mi hija tiene que pagar aquí

Madre de Adriana Urquiola: Creo en la justicia divina, pero el asesino de mi hija tiene que pagar aquí

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“Soy Manuelita y le escribí una carta a Bolívar”, dice. Se la envió el 28 de diciembre pasado, día de los inocentes (la conmemoración de una masacre de niños).

Manuelita le escribió a Bolívar: “No te odio”. A pesar de todo. Lo llamó frío, calculador, confiado, prepotente, psicópata. Le advirtió: “Averiguo lo más que puedo de ti y muchísima gente me está enviando información”. Le dijo: “Estoy convencida de que muy pronto leerás esta carta”. Se imaginó su cara: primero una mueca, luego una sonrisa y después soltaría una risa burlona. Le dijo: “Seguramente pensarás que Manuelita no puede contra Bolívar, mira qué paradoja”. Le dijo: “Yonny Bolívar eres el ejemplo de un Bolívar construido por antivalores, mientras que Adriana y Manuelita son el buen ejemplo de la mujer venezolana: yo, Manuelita, la mujer madre-padre que sacó a su familia adelante y la formó con un gran sentido de compromiso social y que hoy se ve sola, desasistida, desesperada, ignorada, indignada, detrás de un Bolívar villano: tú”.

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(Marzo, 23, 2014. Es de noche. Va más de un mes de protestas en el país. Adriana Urquiola, embarazada de siete meses, y su esposo, Álex Ruiz, se bajan del transporte público porque una guarimba obstaculiza el paso en Los Nuevos Teques,  estado Miranda. Aprovechan y entran a un supermercado cercano: compran carne, papel higiénico, un pote de helado para que ella sacie su antojo prenatal.

Hay gente que protesta, pero todo está bajo control. Hasta que de pronto suenan disparos. Más de cinco. Y Adriana, hija de Manuela Pérez -Manuelita- queda en medio de la línea de fuego: un proyectil impacta en su cabeza y cae tendida a los pies de su esposo.

El arma la accionó alguien desde un vehículo negro, que ahora arranca. Los manifestantes toman fotografías de la placa, pero no alcanzan a registrarla completa. Yonny Bolívar- quien pagó una condena por secuestro y cargaba una credencial policial- días después llamó a un medio de circulación nacional para declararse culpable. Contó su versión: llegó a su casa –vivía en San Antonio de Los Altos, estado Miranda, a pocos kilómetros del suceso- después de disparar, vio por Internet lo que causó –una mujer embaraza fallecida. Se devolvió y declaró: se valió de la credencial policial que cargaba y le dijo a los funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc) que el auto negro lo había estado manejando su hermano. “Les dije que iba a regresar con la persona que había disparado”. Pero huyó. Desde entonces sigue prófugo.

“Yo pudiera asumir la responsabilidad como un homicidio culposo si no me fueran a crucificar como bandera política. Regresaría a Venezuela y me entregaría”, dijo al diario de circulación nacional.

En el allanamiento del apartamento en el que vivía, el Cicpc encontró tres armas de fuego y la camioneta negra en el estacionamiento).

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Mañana se cumplen once meses del asesinato de Adriana Urquiola. Entre los 43 fallecidos que dejaron las protestas del año pasado, su caso resonó porque estaba embarazada, y porque interpretaba en lenguaje de señas las informaciones del noticiero Venevisión.

Once meses: casi un año. La vida de Manuela Pérez ha cambiado. Antes vivía muy ocupada asesorando a empresas importadoras. Ahora no tiene cabeza para los números. “Vivo casi que 22 horas metida en el caso. Medio duermo”.

Y escribe, porque escribir le permite drenar: en Navidad le redactó una carta a su hija fallecida, una a su homicida y otra a su nieto “no nato”.

Dejó de tener contacto con Álex, su yerno, porque ahora su cara es la de la nostalgia: “En diciembre verlo era recodar que podíamos estar compartiendo con mi hija. Siempre estábamos los tres juntos, y ahora seguro estaríamos con mi nieto”.

Manuela viste de blanco, de negro. Usa lentes oscuros, un collar con el símbolo de la paz. Se maquilla. Habla con temple. Reconstruye con sus palabras cómo fue que mataron a su hija. Ahora tiene más detalles: hace poco fue al lugar del suceso, se paró sobre el mismo asfalto en el que cayó Adriana malherida, preguntó a los dueños de los locales cercanos cómo ocurrió todo.

Más información en El Tiempo.

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