Después de dos quinquenios gozando de la mayor afluencia de recursos petroleros de la historia, Venezuela se enfrenta a lo que quizá sea su mayor crisis. Los años de vacas gordas fueron desperdiciados. Se utilizaron para crear, vía dádivas, una base política que los líderes de esta revolución creyeron que habría de durar mil años como el III Reich. Y esas dádivas no fueron sólo para los venezolanos. De manera abundante se dispensaron más allá de nuestras fronteras para apoyar a otros regímenes similares o incluso a líderes de partidos políticos como Podemos en España.
Desoyendo consejos, creyeron que las leyes de la economía no están labradas en piedra. Aunque fuese cierto, suele ocurrir, que esa piedra termina por golpear duramente a quienes no le prestan atención.
Ahora, tarde ya, deberán tomar una serie de medidas que tendrán un elevado costo político. Una de ellas es el aumento del precio de la gasolina.
Pero una cosa es un aumento paulatino como el que se aplicó durante el gobierno de Caldera cuando cada mes se aumentaba un mediecito el litro (sin que nadie se sintiese demasiado afectado) y otra cosa es el aumento brusco que ahora pretende imponer un gobierno que ya está con el agua al cuello y el sol por la espalda. A juzgar por la insistente publicidad gubernamental que todos hemos escuchado, “nada se puede vender 35 veces por debajo de lo que cuesta producirlo”. ¿Querrá esto decir que el precio del litro de gasolina se va a amentar 35 veces?
Lo cierto es que cuando se habla de esta medida, a todos nos vienen a la memoria los sucesos que se iniciaron el 27 de febrero de 1989. En aquel momento el gobierno de Carlos Andrés Pérez duplicó el precio de la gasolina. Se dice que ese fue uno de los detonante de los sucesos popularmente conocidos como “el caracazo”.
Pero hay algunas diferencias. Carlos Andrés Pérez venía de ganar una elecciones y contaba todavía con un elevado nivel de aceptación popular. El actual mandatario es en cambio el producto de un régimen ya desgastado que alguna vez llegó a tener un alto índice de aceptación. Pero su popularidad no es propia, sino prestada por su antecesor ya fallecido. Sus menguantes niveles de popularidad según algunas encuestas rondan en torno al 20% (Datanalisis).
La caída en el favoritismo popular no es de extrañar. Es el resultado de una situación de escasez sin precedentes y de una inflación que es la mayor en el mundo (64,5% según el BCV, pero 74% si se mantienen los parámetros de cálculo que se venían aplicando hasta mediados del 2014). El déficit fiscal es inmanejable. La pobreza crece.
Según lo señala un grupo de cinco universidades venezolanas encabezadas por la UCAB, un 48,4% de las familias venezolanas se encuentran en situación de pobreza en tanto que cerca de 34% se deslizaron bajo la línea de la pobreza extrema. Las misiones, además de disminuir, no están llegando a donde deben ir. Apenas un 8,4% de quienes viven en pobreza extrema son beneficiarios de alguna misión.
Organizaciones internacionales tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la CEPAL y otras, coinciden en vaticinar una fuerte caída del PIB en el 2015 (7% según el FMI ), en medio de un ambiente inflacionario que día a día erosiona la capacidad adquisitiva de los venezolanos.
Todas las calificadoras de riesgo (incluyendo Dagong de China), coinciden en bajar la calificación crediticia de la deuda soberana venezolana, asomando la posibilidad de un default, con lo cual cada día se secan más las fuentes para obtener los financiamientos requeridos.
Y en medio de esta situación, en lugar de buscar consensos, el gobierno aprieta las tuercas y tiende a ser más autoritario. Achaca la culpa de todos los males a una supuesta “guerra económica”, a conspiraciones internacionales y le pone “los ganchos” a empresarios y a uno de los más prestigiosos alcaldes del país.
¿Estará el gobierno desviando la opinión pública para aumentar el precio de la gasolina?
A pesar de todo lo anterior, creo que la gasolina debe aumentarse (entre muchas y muy otras urgentes medidas). Eso sí, hay que propiciar un consenso nacional. Hay que explicarle claramente la gravedad de la situación a los venezolanos, sin engaños. Hay que decirle a otros países que ya no estamos en situación de seguir regalando subsidios financieros vinculados a la venta del petróleo.
Creo que llegó la hora de que gobierno, pueblo y oposición se enfrenten con responsabilidad una situación de emergencia nacional. El ejemplo debe darlo el gobierno. Propongo una amnistía general para propiciar un diálogo que nos permita enfrentar unidos esta hora menguada de la patria.
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@josetorohardy