Mujeres de todo tipo: emprendedoras, madres, divorciadas, casadas, estudiantes, amas de casa, pero todas femeninas, venezolanas, llenas de sueños y ganas de vivir en un país que les hace pasar “roncha” y dejar ese lado femenino que les encantaba consentir. ¿La premisa? Sacar tiempo para todo de donde no hay, en la nueva Venezuela donde hacer cola se convirtió en un oficio, publica La Nación.
“Ser mujer en estos tiempos es terrible”, manifestó Gabriela Meneses de 33 años, quien argumentó la difícil situación que atraviesan las mujeres en un país, donde las cosas más simples hay que salir a buscarlas hasta debajo de las piedras. Tareas que deben alternar con sus roles de hija, esposa, madre y profesional, dejando en el ayer reuniones con amigas, ir al gimnasio o al salón de belleza, encontrar un tiempo para sí mismas.
—Comprar maquillaje es un lujo que dejé de darme, porque primero no se encuentra nada y segundo lo que consigo es muy caro. Tener cremas corporales para el rostro, las arrugas o bronceado es un lujo. No pienso pagar Bs. 900 por una Nivea de 400 ml. Los productos para el cabello no se consiguen, así que ni me mato la cabeza. Si consigo los alimentos y la plata me alcanza me doy por satisfecha, dijo.
Y es que ser mujer nunca ha sido fácil por las etapas de inclusión e igualdad que han tenido que batallar a lo largo de los años. Sin embargo, para Linda Fernández, profesional de la administración, es un dolor de cabeza constante y una perdedera de tiempo. “Tienes que hacer cola para todo: Supermercados, farmacias, panaderías, charcuterías, bancos, pagar servicios, buscar cupo en el colegio, comprar batería. Y aunque siempre ha sido el mismo esfuerzo de atender el hogar y trabajar, sumado a esta crisis es muy engorroso”.
La frase “No hay”, muy empleada durante los últimos años, ha desencadenado en un estado anímico marcado por el estrés y la incertidumbre, en especial para quienes habitan en un estado de frontera. “Yo creo que me he envejecido más rápido. El solo hecho de pensar que las cosas que deberíamos tener aquí, incluso las subsidiadas, se consiguen del otro lado (Colombia) me desvela”, expresó doña María del Carmen Gutiérrez de 67 años.
No hay champú, las toallas sanitarias se desaparecieron de los anaqueles, las cremas humectantes quedaron en el recuerdo, no hay afeitadoras, el nuevo removedor de esmalte son los dientes porque acetona no hay, tampoco pastillas anticonceptivas, el maquillaje casi que se paga a crédito, los desodorantes no volvieron más, solo se consiguen tres tonos de tintes, y las toallitas desmaquillantes pasaron a ser un mito; es solo parte de la realidad que viven las mujeres tachirenses.
Históricamente, las mujeres fueron relegadas a espacios de menor jerarquía social con respecto a los varones, situación que lograron cambiar. Sin embargo, de las mujeres todavía se espera que sean delicadas y obedientes, y que durante la adultez se casen, tengan hijos y asuman la mayoría de los quehaceres domésticos, incluidas la crianza de sus hijos y ser el sostén emocional del hogar.
“Admirables es levantarse a las 5:00 de la mañana, hacer el desayuno, dejar listo el almuerzo y llevar a los niños a la escuela, para luego dedicarte a pasar hasta cinco horas en cola con tal de llevar a tu casa papel higiénico, detergente, champú, leche en polvo. Yo estuve en una cola donde me abrieron el cierre de la cartera y me sacaron todo, la cédula y la plata, me dejaron en la calle”, señaló Lureny Méndez de 38 años, madre de cinco niños.
En efecto, las féminas también están expuestas diariamente al peligro, incluso son más vulnerables, pero no por ello dejan de cumplir sus roles. Tampoco merma su paciencia el hecho de soportar vejámenes y desdenes con tal de cumplir su objetivo.
“Hay que aguantarse la grosería de los trabajadores y dueños de los comercios, como si uno estuviera mendigando. Uno está comprando. La gente debe pasar agachada, porque tienen la santamaría abajo. Esto no es culpa de uno, a esto nos llevaron, no estoy aquí por gusto. Esto es humillante y una indignación para uno como ser humano”, agregó Méndez durante una cola en una reconocida farmacia y venta de víveres en el centro de la ciudad.
Para la madre primeriza Desiree Noguera, lo más caótico es no encontrar pañales ni leche para su hijo de 15 meses. “Vengo de Coloncito porque desde hace dos meses no llegan pañales. Soy docente y no tengo tiempo para hacer colas, mis papás me hacen el favor. Pero me siento agotada y con impotencia al ver que no consigo lo que necesito”. Noguera quería una familia grande, pero con “este caos” desistió de la idea de tener más hijos.
Asumiendo misiones casi imposibles
Carolina Almeida de 34, madre de dos niños de 14 y 6 años, admitió que es muy duro asumir el papel de mujer en la Venezuela de hoy. “El sueldo no alcanza, no consigues nada, tienes que estar pendiente de los niños, de los quehaceres de la casa, cumplir con tu horario de trabajo, crecer profesionalmente, y aparte estar bella para tu esposo. Es casi misión imposible”.
Entre tanto desbarajuste las mujeres tienen que prescindir de algunas cosas, no solo por cuestión de tiempo sino también de liquidez. “Siempre has tenido que buscar tiempo para todo, pero ahora es más difícil porque no consigues las cosas lo que redunda en invertir más tiempo, ya sea peregrinando de comercio en comercio o apostándote en una cola donde puedes durar más de cuatro. Sin contar el elemento inflación, mil bolívares no alcanzan para nada y cuanto no cuesta ganarse mil bolívares”.
Días libres, feriados, tiempos de esparcimiento, horarios de receso o almuerzo fueron delegados por las mujeres para tratar de cumplir con sus tareas. “¿Descansar? Hace mucho tiempo que no se qué es eso, ¿vacaciones? menos, camarón que se duerme se lo lleva la corriente y como las cosas no caen del cielo, toca buscarlas, patearlas e incluso pelearlas, así estamos las mujeres de hoy”, dijo Mildrey García.
De manera que a todas esas mujeres luchadoras, aguerridas, echadas pa’lante, que no decaen en sus intentos y se sienten identificadas con estos relatos Feliz Día Internacional de la Mujer, sobre todo en un país que les puso nuevos retos y las llevó a nuevos hábitos de consumo