El camino de Venezuela hacia la escasez

El camino de Venezuela hacia la escasez

 

(Foto Reuters)
(Foto Reuters)

 

La Venezuela chavista es el ejemplo paradigmático de un problema que se repite: gobiernos que, en vez de potenciar sus recursos, hacen todo por extinguirlos, publica Infobae.

Por Darío Mizrahi dmizrahi@infobae.com

El Banco Central de Venezuela informó en febrero de 2014 que la escasez de bienes de consumo masivo había alcanzado un promedio de 28% en enero de ese año. Fue el nivel más alto de la historia y el último registrado por la entidad financiera, que sin dar explicaciones dejó de publicar el índice desde ese momento.

El desabastecimiento es mucho mayor en algunos productos. En aceites, leche, azúcar, harina de maíz y papel higiénico, supera el 90 por ciento. Eso quiere decir que no se consiguen en 9 de cada 10 puntos de venta.

La situación es crítica. Varía en los rubros y depende del producto, pero es básicamente una escasez de bienes de consumo básico, del día a día”, explica Jessica Grisanti, economista senior de Ecoanalítica, de Venezuela, consultada por Infobae.

Pero lo verdaderamente impactante es que Venezuela no llegó a esta crisis después de una guerra o de una catástrofe natural. Llegó después de una década en la que sus exportaciones alcanzaron niveles históricos, gracias a la inédita suba que experimentó el precio del petróleo entre 2002 y 2008, y entre 2010 y 2013.

El camino de Venezuela hacia la escasez

“Lo que se hizo en Venezuela a partir de 2004 fue expropiar masivamente medios de producción privados, mientras se promovía una ola de consumo basada en importaciones. Para financiarlo, primero se utilizó el dinero del petróleo, y segundo, se quintuplicó la deuda externa. Así se alentaba el consumo, mientras se destruía el aparato productivo nacional”, dice a Infobae el economista venezolano Miguel Ángel Santos, investigador del Centro para el Desarrollo de la Escuela Kennedy de Gobierno de la Universidad Harvard.

“Se mantuvo una tasa de cambio extraordinariamente artificial -continúa-, que generó un exceso de importaciones que se pudo cubrir transitoriamente porque había petróleo, pero acabó con todas las exportaciones no petroleras. Hasta que se llegó a un punto de agotamiento, porque para que el consumo siguiera creciendo sin que creciera la producción, también tenían que incrementarse las exportaciones de petróleo”.

En economía no existen las recetas mágicas y era cuestión de tiempo que el modelo chavista se ahogara. Financiado exclusivamente con la venta de un producto de precio muy variable, y aún en los mejores momentos, gastando por encima de sus ingresos, el Gobierno activó una bomba que terminaría explotándole en las manos.

“Con el precio del barril a 100 dólares a principios de 2014, la demanda de bienes excedió la capacidad de importación. Entonces apareció la escasez y, una vez que empezó a caer el precio del petróleo en el segundo semestre, el sistema quedó completamente desnudo”, explica Santos.

Es muy difícil para cualquier país funcionar sin una mínima producción nacional de bienes de consumo masivo, precisamente porque basta una caída en los valores internacionales de lo que se exporta para que colapse el abastecimiento. Pero en vez de usar los ingentes recursos de los que dispuso por casi diez años para fortalecer el aparato productivo nacional, el Gobierno volcó todo a incentivar el consumo, porque era lo más redituable en términos electorales.

“Todas las medidas han sido control tras control. Por ejemplo, el sector privado está ahogado en una ley del trabajo que incentiva el ausentismo, porque es muy difícil despedir a alguien, aunque no vaya a trabajar. Además está la Superintendencia de Precios Justos, que fiscaliza los precios y a cada rato puede intervenir. Hay un marco regulatorio y toda una burocracia que hace muy difícil producir e invertir en el país”, dice Grisanti.

Por eso la escasez crece año a año, sin que la industria venezolana pueda hacer nada para suplirla. “No tiene ninguna posibilidad de producir ni de sustituir importaciones, porque está completamente quebrada, arrasada y estatizada”, dice Santos.

“No hay antecedentes en Venezuela de una escasez así -continúa. Tampoco de la inflación: en enero fue 11% y en febrero 8%, según las personas que conozco que la calculan, porque el Gobierno la dejó de publicar. En los último 12 meses fue 87%, y en alimentos, por encima de 115 por ciento. Proyectada, este año podría estar entre 150 y 170 por ciento, algo sin precedentes en la historia”.

Inflación y escasez siempre van de la mano. En la medida en que la demanda de bienes y servicios no paraba de aumentar, pero su disponibilidad en el mercado empezó a disminuir, los precios se disparan. Así funcionan la oferta y la demanda. Cuando los empresarios no tienen posibilidades económicas de aumentar la producción, suben los precios.

“Este año era difícil que cayera la producción -dice Santos-, porque el país ya no producía nada. Sin embargo, se estima que va a caer otro 10 por ciento. El año del paro petrolero de 2003 cayó 11%, es decir que Nicolás Maduro está por replicar, con sus políticas, lo que ocurrió como consecuencia de un paro nacional de dos meses”.

 

La trampa de repartir la riqueza sin generarla

El caso de Venezuela está lejos de ser único o excepcional. Repite un manual que -con sus matices- han seguido muchos países y que siempre ha desembocado en el mismo final.

Es una discusión político ideológica válida y necesaria qué hacer con la riqueza que genera un país. Algunos sostienen que hay que tratar de distribuirla lo más equitativamente que se pueda, otros, que se debe dejar al mercado repartir en piloto automático, y también están los que sostienen posturas intermedias.

Lo que no debería ser una discusión política es que no se puede hablar de distribución de la riqueza si no está garantizada su generación. Cuando las medidas que se toman para mejorar el reparto afectan la producción hay un solo desenlace posible: la escasez.

“Existen varios ejemplos históricos. Entre los más significativos se encuentran la Unión Soviética (entre 1917 y 1991), la gran mayoría de los antiguos países socialistas de Europa Central y Europa del Este, China, Vietnam y, por supuesto, en nuestra América están los casos de Cuba (desde 1959) y Nicaragua (entre 1979 y 1990)“, dice el economista Mario González Corzo, profesor del Lehman College de la Universidad de Nueva York, consultado por Infobae.

La escasez que sobrevino en Cuba luego de la revolución de 1959 llevó a la instauración de una libreta de racionamiento, por la cual las personas no podían adquirir legalmente más de cierta cantidad de unidades de bienes esenciales.

“Entre las causas principales de lo ocurrido en Cuba -dice González Corzo- podemos subrayar el intervencionismo estatal excesivo que ha afectado a la economía desde comienzo de la década de los sesenta. Los controles de precios, subvenciones, la planificación errática (muchas veces basada en consideraciones políticas y no económicas), al igual que la falta de incentivos económicos, también han desempeñado un papel fundamental en la manifestación de escasez en la economía cubana”.

“A estos factores -continúa- tenemos que añadirle el paternalismo del Estado, las deficiencias asociadas a la planificación centralizada, el burocratismo excesivo y las ya mencionadas distorsiones creadas por el sistema. Pero el factor de mayor envergadura fue la eliminación gradual de la propiedad privada entre 1959 y 1968, año en el cual se lanzó la llamada Ofensiva Revolucionaria, mediante la cual se confiscaron unos 58.000 pequeños y medianos negocios privados, y se concretó la nacionalización de casi el 100% de la economía”.

Obviamente, la cartilla no resolvió nada en Cuba. “Las propias fuentes oficiales reconocen que los productos disponibles mediante este sistema apenas son suficientes para cubrir las necesidades básicas de los hogares por unos 10 a 15 días por mes. Tal insuficiencia no le deja otra alternativa a la mayoría de los cubanos que buscar ‘soluciones’ en el mercado negro o economía informal”, cuenta González Corzo.

Venezuela va por el mismo camino. Acaba de lanzar su propia cartilla de racionamiento. La única diferencia es que el sistema es electrónico, y detecta automáticamente si alguien intenta adquirir más productos de lo permitido o en un día distinto del previsto para su número de documento.

En todos estos países, el camino que llevó al desabastecimiento fue muy parecido. Y la respuesta elegida para enfrentarlo también: la “guerra económica”. Pero querer resolver con medidas policiales un problema que es de generación de riqueza sólo puede llevar a una mayor escasez.

“En Venezuela -dice Grisanti- no se ha hecho nada para arreglar los desequilibrios. La guerra económica significó más fiscalización y regulación, y sólo consiguió agravar el problema. No hay que negar que existe un mercado negro, tanto de divisas como de productos, pero es un resultado del control cambiario y de precios”.

¿Cómo no va a haber mercado negro de dólares si el Estado reprime tanto su acceso que hay gente dispuesta a pagar diez veces más que su valor oficial? Si para conseguir un producto hay que dedicar todo un día a recorrer supermercados y hacer colas interminables, ¿quién no pagaría tres o cuatro veces más en la calle si tiene el dinero? Los mercados negros aparecen siempre que hay desabastecimiento de bienes indispensables.

“Si metes preso y expropias a los pocos que producen, te quedas con todavía menos producción. Si llamas éxito a resolver los problemas económicos, así no vas a obtener ninguno. Pero si defines éxito como mantener el control de la situación política y permanecer en el poder, es posible que lo obtengas. Ahora el Gobierno tiene toda la generación de divisas y todos los medios de producción, y además maneja la Asamblea Nacional y el Sistema de Justicia”, concluye Santos.

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