Entre otras cosas es tiempo de revisar lo que va quedando de la vida institucional del país. Nada funciona. Retrocedemos en todos los aspectos. La democracia es apenas un cascarón vacío. Igual casi todos los partidos tradicionales y también los nuevos, las organizaciones públicas y privadas y las fuerzas armadas están al margen de sus deberes y obligaciones constitucionales. No es un extremismo retórico decir que llegó la dictadura. La represión, la violencia física e institucional, el palabrerío de las cabezas del régimen encabezado por la nefasta dupla Maduro-Cabello, pulverizan cualquier duda sobre lo que el mundo entero se está planteando. Venezuela está gobernada por un régimen tiránico, actúa al margen y en contra del Derecho interno y de las normas internacionales que regulan la existencia del mundo libre.
El reto para la dirigencia de la creciente oposición nacional es tremendo. ¿Qué hacer? Si se sigue haciendo lo mismo que hasta ahora, los resultados seguirán siendo los mismos. Es bueno decir que en un alto porcentaje la caída aparatosa del régimen se debe mucho más a los disparates de los gobernantes, a la corrupción y a la ineficacia, que a políticas claras y acciones definidas por el liderazgo opositor. No sé qué pasa, pero desconcierta éste universo declarativo. Pareciera más en búsqueda de una cierta convivencia con lo existente, que del cambio indispensable para el relanzamiento de una democracia real. Para la oposición es fundamental definir el objetivo. Si el qué está claro, no será difícil implementar el cómo. De lo contrario, cualquier error puede ser fatal.
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