El conflicto universitario continúa y, mientras dure este gobierno, no se detendrá. Tal vez, por cierto, no ceje ni cuando cese este gobierno.
La libertad del pensamiento universitario escuece al gobiernito obrerista. Ni éste ni su máximo exponente, el empleado Maduro, saben ni quieren saber de instituciones autónomas, libérrimas, no acatadoras de órdenes militares, dictadas por las charreteras artificiales de Cabello.
Por su parte, serpentaria, líderes gremiales de chistera, administrados por ventrílocuos cubanoides-venezolanos, dirigidos desde el Palacio de Miraflores o algún cuartel, vociferan incansables, como si acaso gobierno fueran. Señalan que los justos requerimientos de los profesores y trabajadores universitarios desde principio de este año, en procura de alcanzar con el sueldito al menos la indetenible inflación, son impagables por el gobiernito, ya menguado económicamente en año electoral de crispación explosiva.
Así: el despilfarro, las generosas dádivas internas para hacerle carantoñas a los votantes consecutivos, a quienes no producen, ni estudian, ni arriman bola alguna al mingo o a algo, que no sea pedir a ver si están por darle, o eso que llaman “bachaquear”; los regalos acomodadores de líneas a seguir en escenarios internacionales, la corrupción desbocada en cuentas andorranas, en las “pertenencias” de los familiares-“herederos” del difunto mayor y de los vivos mayores, las armas inservibles, el mantenimiento de los armados más inservibles aún que los edificios afeados de la sólo rimbombante Gran Misión Vivienda Venezuela Chavista Patria Libre… todos, todos los desmanes económicos del gobierno debemos pagarlos los trabajadores esclavizados, robados, agredidos, expropiados hasta de la fe en algún porvenir, humillados, por el supuesto gobiernito obrerista.
La universidad, pues, sus trabajadores, su profesores, continuamos desplazados, alicaídos, menospreciados, en todo. La estampida de los docentes a diversas universidades del mundo es elocuente en ese sentido, escandalosa, tal como lo reportan con estupor algunos medios nacionales y extranjeros. La parálisis de la investigación da cuenta de una parálisis y un extravío mental nacional que no son propiamente poéticos sino literales. La mente, el pensamiento, en Venezuela, se encuentra en uno de sus peores estadios, acorralada o exiliada.
La respuesta ante esto es la protesta, la oposición, la no aceptación, la rebeldía y, finalmente, el paro, sí, de actividades, como lo consagra la Constitución, como lo consagran la tradición y las leyes laborales; como es, casi principio universal de lucha contra el ahogo ocasionado por las empresas y los patronos.
Por otro lado, ¿cuál lado?, la MUD, ¿existe?, o más bien un importante sector de ella, parcial pero no por ello menos destacado y relevante, invita a no confrontar al gobiernito desde la universidad, a acatar lo que sabemos que se viene con un esperadísimo aumento de sueldos, una Convención Colectiva Única nuevamente, como la pasada, rayana en la miseria, por dos años más. ¿Acatar? Como si acaso ese fuera un término universitario. Vuelvo a recordar palabras de ese pensador antifascista que fue Bertolt Brecht: “¿qué ocurre cuando uno no toma posición frente a ninguna de las dos fuerzas en cuestión? Que entonces apoya a aquella de las dos que domina”.
Las defensas gremiales universitarias poco tienen que ver con los vaivenes político-partidistas. Hasta tanto no se dé la prioridad de Estado que la educación merece y requiere con urgencia, para eso que llaman el desarrollo o la libertad económica o el bienestar social, no será posible detener el enfrentamiento de las universidades, de los universitarios todos contra el poder político, sea este más bien militarista, como lo es el actual régimen dictatorial o civilista apocado como desluce una de las alternativas, la más amarilla, que se plantea y “reluce” en la MUD. Indefectiblemente ese sector de la oposición deberá, en su momento, e incluso desde ya, ser enfrentado también por la universidad, ahora cuando se avecina un apremiante y decisivo evento electoral.
Lamentablemente, queda mucho de lucha universitaria contra los déspotas en el poder, contra los actuales y probablemente contra algunos de los venideros que no han sido capaces de entender ni de preguntarse a conciencia por las necesidades universitarias y dejan hacer, por tanto, cuando dejar hacer es colaborar.
La lucha gremial, la defensa de la institución universitaria democrática, libre, autónoma, será indetenible y, a menos que se enderecen desde ya los previsibles entuertos, también interminable contra estos o, llegado el caso, como parece, contra aquellos.
wanseum@usb.ve