Una niñez truncada, hambre, frío, el abandono de una madre, son algunos de los episodios que pasan cientos de niños y jóvenes cuando deciden adentrarse al mundo de las calles, siendo esta su única escapatoria al maltrato infantil, la falta de cariño, peor aún los abusos sexuales. Osmarys Guilarte/ Nueva Prensa Guayana
Tras caminar por el frente de una reconocida agencia de carros en el centro de Alta Vista, Puerto Ordaz, es visible observar un grupo de chamos en edades comprendidas entre 6 y 19 años, aprendiendo a sobrevivir en la miseria, más aun dejando de ser niños, o adolescentes para convertirse en hombres o mujeres con el corazón de piedra.
Emprender una nueva vida lejos de sus familiares y no pensar cuáles son los riesgos que podrían correr en este mundo oscuro, fue el primer paso que dieron estas criaturas, quienes no tuvieron miedo dejar de dormir en su cama para hacerlo en un cartón o un piso sucio, duro y frío, sólo querían dejar de escuchar gritos, peleas, ser libres y buscar el amor que nunca tuvieron en su hogar.
Pensar que van a comer hoy y para donde se dirigen es el primer pensamiento que pasa por sus cabezas todos los días, “ahora que hago Dios, estoy sólo, tengo hambre, me tocará pedir, tengo ganas de llorar, nadie me quiere”, son algunas de las escenas vividas por niños en situación de calle.
Trabajar duro, aprender a ganarse el pan con tan sólo cinco años, se queda corto, para las calamidades que sufre un pequeño en busca de una felicidad que es imposible conseguirla dando tropiezos en cualquier punto de la ciudad y sobre todo enfrentar el maltrato de los adultos, quienes se olvidan que ellos no llegaron a este mundo por obra y gracia del Espíritu Santo, un par de irresponsables lo echó a la calle.
Cruel realidad
Con tan sólo siete años cumplido, Javier, o mejor conocido por sus compañeros “Nariz de Bloque”, se vio en la obligación de abandonar su hogar en busca de la paz que no había allí.
“No tenía escapatoria, mi mamá no me daba amor, siempre estaban los maltratos, nunca tuve la niñez que quise, dejé de ser un niño para convertirme en hombre y poder hacer la vida un poco más fácil. Es malo sentir rencor hacia una madre pero es lo que guardo en mi corazón, ella me buscó la primera vez que me fui, pero cuando la calle agarra a uno no hay como dejarla, uno se acostumbra”, comentó Javier.
Los carros de juguetes nunca llegaron como regalo de Navidad ni del Día del Niño, quizás porque sus padres no tenían dinero o no le daban importancia al valor significante que era para él.
Actualmente este joven tiene 17 años y relata que la vida ha sido muy dura con él, pero con la frente en alto ha sabido sobrellevarla, tiene 11 años en situación de calle. Para ganarse el pan de cada día tuvo que trabajar en el Mercado de San Félix, pedir dinero y limpiar vidrios, este último es el oficio que realiza hoy en día y con el cual ayuda a muchos de sus compañeros.
“Necesitamos que las autoridades del Estado nos ayuden, estamos cansados de rodar y no tener una vida digna, queremos una casa, comida, ropa, educación, somos seres humanos, también merecemos ser tomados en cuenta, no por andar con la ropa sucia y rota somos menos, todos somos iguales”, expresó Ángel.
Más que contar
A las cinco de la mañana comienza la jornada de trabajo de este grupo de chamos, algunos salen a pedir dinero, otros a limpiar vidrios, pero con la mente clara que tienen que conseguir para comprar comida y ayudar al resto del grupo, que esta es su humilde morada, un espacio abierto, con camas de cartón y un sin fin de historias que contar.
No tener a alguien que los ayude a guiar sus pasos los ha conllevado a caer en vicios, donde muchos encuentran su paz interior y se olvidan de la situación que viven, el cigarrillo es el más común entre los más grandes.
Para realizar sus necesidades fisiológicas tienen que recurrir a los diferentes comercios aledaños a su sitio de resguardo, donde algunos propietarios les permiten el paso, mientras que otros no, porque según dañan la imagen de su establecimiento.
Entre tantos hechos que contar, podemos mencionar el caso de María, quien al separarse de su esposo, su familia le dio la espalda y le tocó irse a las calles con sus tres niños, actualmente una de las menores está embarazada.
“Me da mucha rabia y dolor tener a mis hijos sufriendo lo mismo que yo, no es justo para ellos, pero no tengo a donde ir, nadie me quiere ayudar, pero aquí estoy con ellos tratando echar pa´lante, es el deber de toda mamá en las buenas y las malas”, señaló María.
Una Navidad para ellos es un día común, no tienen cena, no hay juguetes, ropa nueva, cohetes, un abrazo de año nuevo, triste e injustificable pero cierto.
Sin respuestas
Dos semanas se cumplieron desde que la primera dama de Caroní, Nataly Medina de López, visitó al grupo de jóvenes, supuestamente para ayudarlos, hecho que hasta la fecha no se ha concretado.
“Estamos cansados de comer cuentos del Gobierno revolucionario, vienen con pañitos de agua tibia, luego se van y se olvidan de nosotros, esta señora nos visitó, según que nos iba a donar unas colchonetas, ropa y a construir una casa, pero sólo fueron falsas palabras”, comentaron los chicos.
Una placa era el antiguo lugar donde pasaban el día y la noche, pero luego de la visita de Medina la tumbaron, “allí estamos bien, ahora nos toca quedarnos aquí a la intemperie, pedimos que cumplan con la palabra que nos dio, estamos cansados de escuchar ‘vamos ayudarlos a salir de las calles y nada’”, mencionaron.
Al preguntar algunos guayaneses su opinión acerca del tema, 90% coincidieron que el gobierno regional tiene en cierta parte culpa de esta situación, pues deben implementar casas hogares donde estos chicos puedan resguardarse hasta cumplir su mayoría de edad y puedan decidir a donde irse.
Única ayuda
Un grupo de cristianos del Centro de Convenciones Renuevo, ubicado frente del mercado municipal de Unare, se ha convertido en su único medio de ayuda, pues todos los jueves a las 7:00 de la noche se reúnen con ellos para prestarle servicios médicos, darles de comer, entregarles vestimenta y predicarle la palabra de Dios.
“Los hermanos vienen, nos dan palabras de aliento, nos curan las llagas si tenemos, lo más importante, hablan sobre las cosas de Jesucristo”, puntualizaron.
Del mismo modo hay ciertas personas que pasan por la zona y los llaman para entregarles ropas, acciones que ellos agradecen, pero no alivia el pesar que sienten al andar rodando por las inmensas calles de Ciudad Guayana.
Una habitante de la urbe indignada por lo visto, expresó que un bebé se trae al mundo para darle amor, entrega total, no para abandonarlo a la deriva. “Si no lo quieren entréguelo a una familia que sí lo pueda tener, pero no lo ponga a sufrir en medio de la oscuridad y el desprecio”, precisó Laura González.
Las cifras:
20 niños deambulan por las calles
5 y 11 años fuera de sus casas
2 semanas tienen esperando respuestas
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