Clarke C. “Doc” Hawley estuvo allí como capitán, dando órdenes con un megáfono hace 40 años, cuando el Natchez hizo su primer viaje el 13 de abril de 1975, reseña AP.
“Pensé que era el primer barco en el que trabajaba que había recibido dos manos de pintura”, recordó Hawley, quien hoy tiene 79 años. “¡Ahora el Natchez tiene 40 capas de pintura!”. El Natchez, que acaba de cumplir 40 años, es uno de apenas tres barcos de vapor que siguen recorriendo el río Mississippi.
“Es prácticamente el último barco de vapor”, afirmó Chris Rieder, de 71 años y quien fue capitán de barcos en el Mississippi, además de instructor de la Asociación de Navegantes de Barcos de Vapor de Nueva Orleáns-Baton Rouge.
El barco está amarrado frente al Barrio Francés, a escasa distancia de los buñuelos beignet del Cafe du Monde y de los árboles de banano de la Jackson Square. Su cubierta recibe diariamente una cantidad de pasajeros que hacen viajes de dos horas por el río.
“Es algo único, un verdadero barco de vapor en el Puerto de Nueva Orleáns, de mucho tráfico, mostrándole a la gente el río Mississippi”, expresó Donald Houghton, el actual capitán del Natchez.
Recientemente Houghton, parado junto a la cabina de mando, observó el río, crecido por inundaciones de primavera. “La única razón por la que existe esta ciudad es por el río Mississippi y los barcos de vapor”, agregó, aludiendo a la importancia que han tenido esas embarcaciones a lo largo de la historia.
Debajo suyo estaba el centinela, indicándole a la gente los puntos de interés por los altoparlantes.
A mitad del paseo, luego de pasar por la refinería de azúcar Domino –una de las más grandes del país– y por Chalmette, el sitio donde el general Andrew Jackson derrotó a los británicos hace 200 años en la Batalla de Nueva Orleáns, el barco emprende el retorno.
Los viajes en el Natchez y observar la sala de máquinas y la rueda que impulsa el barco son parte del encanto de las visitas a Nueva Orleáns, una ciudad tan asociada a las naves de vapor.
Si bien fue construido hace solo 40 años, es una réplica fiel de los viejos barcos que recorrían el río y uno de los últimos barcos de vapor verdaderos que se han construido. La tripulación respeta prolijamente todas las tradiciones.
Cuando la nave parte o llega al embarcadero, el capitán grita sus órdenes usando un megáfono. Toda la tripulación está impecablemente vestida y la música es de alta calidad. Cuando la nave ya dejó atrás el puerto, el timonel saca un silbato de cobre y acero que despide una columna de vapor.
Los presidentes Gerald Ford y los dos Bush, padre e hijo, hicieron paseos en el barco. Plácido Domingo, Dick Van Dyke, Brooke Shields, Bob Hope, Muhammad Ali y Dolly Parton son algunas de las celebridades que también disfrutaron del paseo. Su órgano de vapor de 32 notas es sin duda una de las grandes atracciones.
“Cuando escuchas el órgano, comprendes lo especial que es Nueva Orleáns”, dijo John Moore, músico de blues que como tantos otros ha tocado en el Natchez.
Louis Armstrong es uno de numerosos músicos negros a los que se les prohibió tocar en los barcos en los primeros días del jazz, hasta que ganaron prominencia después de formar sus propios sindicatos en la década de 1920 y rompieron la barrera del color, afirmó Moore, quien presidió uno de esos sindicatos.
Halloway se retiró en los años 80, pero los domingos sigue tocando el órgano. Si bien fue timonel y luego capitán del Natchez, Hawley comenzó a trabajar en naves del Mississippi tocando el órgano. Corría 1954 y el Avalon ancló en Charleston, Virginia Occidental, su ciudad, sin un organista.
Hawley tenía 16 años y su familia por el lado materno había trabajado en esas embarcaciones. Tocaba el piano en la sala de estar de su casa, y podía tocar de oído. Convenció al capitán de que el chico podía ser una atracción tocando el órgano. Fue así que el capitán le ofreció trabajo por el verano, tocando el órgano en los ríos Mississippi y Ohio.
“Mi madre me dijo, ‘si tu padre y tu tío Mills lo hicieron, tú también puedes hacerlo”, recuerda Hawley.