El Discurso de Angostura tiene dos controversiales párrafos con los cuales la historia oficial no hace fiesta ni trata de que se recuerden mucho. En ellos el Libertador Simón Bolívar llama “bienhechores de la humanidad” a los militares que han hecho la guerra de Independencia y manda a recompensarlos con los bienes de la nación. En la tradición hispana del Cid Campeador que repartía tierras a los que libraban batallas contra el moro, en Venezuela se abrió con este hecho la posibilidad de que el asalto al poder implicara la repartición del botín. Nada nuevo por cierto pero ello logró un siglo diecinueve destructor y desinstitucionalizador de sucesivas oleadas de bienhechores que buscaban su derecho al lote. De Monagas a Guzmán, todos tiraron codazos para hacer sus negocios muy prósperos a la sombra del Estado. ¿Qué decir de aquel muchacho pobre de los llanos del Guárico, Joaquín Crespo, que se apuntó en una montonera y terminó edificándose la casa más grande de Venezuela? Ese caserón lo adquirió el país para el despacho del presidente de la República pero con ello se hizo a la vez de un símbolo de la corrupción.
El derecho de propiedad en Venezuela no se parece nada a lo que sostenía John Locke como un derecho natural del hombre que coincide con la voluntad de Dios. Locke establecía una relación de proximidad entre el trabajo y la propiedad. Aquello que el hombre obtiene mediante su trabajo le pertenece. A lo largo de nuestra historia republicana, el derecho de la propiedad no lo han definido precisamente Locke y ni se diga Jehová, sino los grupos dominantes que han llegado con entusiasmo a repartir indulgencias y cómodas facilidades. Cuando a Gómez le gustaban unas hectáreas no quedaba más remedio que vendérselas pero al menos don Juan Vicente las pagaba, lo que no ha ocurrido con los cientos de propietarios y trabajadores despojados arbitrariamente de sus tierras por un Estado retrechero y maula. De allí que nuestro campo esté en situación de flojedad e incuria porque el socialismo lo único que produce y reproduce es la miseria.
Por ello al Estado le sobra la tierra baldía y en una muy reciente declaración se le ha prometido a la CANTV para que la cultive ya que la compañía cuenta con la tecnología para hacerlo. No me suena lo de la banda ancha con hortalizas. Labrar la tierra menos pero pareciera que da lo mismo la telefonía celular que la siembra de remolachas en una empresa con muy poco hábito para la comercialización de legumbres. Si esto no pasa de ser un episodio gozosamente insensato, los módems se venderán junto a jojotos, tamarindos y caraotas.
@kkrispin