El día martes 2 de junio me encontraba en una bomba de gasolina y en la tienda noté que había un gran susrtiodo de chucherías y bebidas gaseosas. A mi lado estaba un señor que debía ser motorizado por el casco que cargaba. Me atreví a preguntarle lo siguiente. ¿Por qué hay tanta variedad de chucherías y abundancia de refrescos y no se consigue Harina Pan, aceite o leche?
La respuesta de ese ciudadano me dejo en el sitio cuando me dijo: muy fácil, porque los precios de la Harina Pan, el aceite y la leche están regulados y los de las chucherías no lo están. Luego le mostré mi carnet de profesor de economía y al verlo afirmó que la crisis está haciendo que la gente aprenda esa materia. Esto es muy satisfactoria debido a que en medio de las tinieblas intelectuales que hoy vive al país, se asoma un rayo de esperanza en gente que cada vez comprende mejor lo que sucede. No es esta una tarea fácil lo de educar en materia económica pero poco a poco hemos avanzado.
Los controles de precios son tan tentadores como peligrosos. Crean la sensación de que los precios no aumentaran y en el muy corto plazo logran que los precios no suban. Luego se va imponiendo las leyes implacables de la economía y sucede lo que la historia ha documentado una y otra vez: se genera escasez y cae la producción del bien sujeto a regulación. No obstante, en Venezuela, y en particular en los últimos cinco años, es claro que los controles de precios han tenido una motivación política, dirigida a afectar el margen de ganancia de empresas importantes y colocarlas en el punto mínimo admisible de funcionamiento para que sus dueños tenga que acudir a implorar a los burócratas del gobierno que les autorice ajustes de precios y así humillarlos.
Al compás del tiempo, el control de precios se torna inefectivo para contener el alza de precios y termina desacatándose, tal como sucede actualmente con el incumplimiento de los precios fijados por el gobierno. Lo que llama más la atención es que Venezuela está imponiendo una marca mundial: con controles de precios y de cambio el país está merodeando la hiperinflación.
Con un banco central que imprime cada año cien por ciento más billetes que el año previo no hay forma que los precios no aumenten ni que la moneda se devalúe. Al desvalorizarse el bolívar el efecto sobre los precios es directo. Es tal el impacto pernicioso del control de precios que con lo que se compra un bocadillo de guayaba, cuyo precio no está regulado, se compran dos paquetes de Harina Pan, con los cuales se elaboran treinta arepas. Este tipo de distorsiones impiden el buen funcionamiento de la economía.
Por lo conversado con ese trabajador motorizado en el expendio de gasolina yo concluyo que en las actuales circunstancias del país, él fácilmente podría desempeñarse como ministro de Finanzas en sustitución del General Rodolfo Marco Torres o de Nelson Merentes, en el BCV y tal vez lo hará mejor que ambos. La economía tiene mucho de ciencias por su formalidad matemática pero principalmente, la economía es intuición y sentido común y eso es lo que tiene ese humilde hombre pero de la cual carece quienes dirigen la política económica.