Señores, ¡arrancó la Copa América! Y tanto al oficialismo como a la oposición les cae de perla que, por fin, haya llegado el día. Claro que la MUD también aportó lo suyo con la traída de Felipe González (por fin entendí por qué Richard Blanco, durante el mitin en apoyo a la unidad, tenía puesta debajo de su camisa de ABP, la franela de España). Nada como un buen partido, como esos bien difíciles que tendrá por delante la Vino Tinto, para drenar las frustraciones. Si hasta pantallas gigantes pondrán en algunas plazas, con tarimas y animadores, para que nadie se quede sin ver los goles que le meterán a nuestro equipo. Por cierto, permítanme aclarar algo: mi mayor deseo es ver a la Vino Tinto ganar todos los encuentros y que, de ser posible, se traiga la Copa al país; así como he deseado, en los últimos tres lustros, que la oposición gane todas las elecciones a las que se ha presentado. Pero, los hechos, los resultados y el desempeño, tanto de la Vino Tinto como de la oposición, no me dejan ser optimista.
Para quienes centran las esperanzas de cambio en las elecciones, el asunto de que aún no tengamos la fecha de las parlamentarias no debe postergarse. Ni por la Copa América ni por la visita de Felipe González ni por otras cosillas más. Adentrándonos en lo electoral, saco como conclusión de lo que he escuchado de los invitados que he tenido en el programa esta semana, que no es Tibisay Lucena, ni el CNE los que fijan las fechas de las elecciones; sino que es una orden que emana de Miraflores y Cuba. A eso sumémosle el hecho de que todas las encuestadoras –incluso HInterlaces- indican que Maduro no va a medir a sus candidatos si se sabe perdedor. Porque esas encuestas señalan que 80% rechaza a Nicolás y a su gobierno. Esos mismos sondeos dicen que un 69% no ve un liderazgo ni en el gobierno ni en la oposición. Entonces, no es de extrañar que, desde Miraflores y Cuba, se esté trabajando en una estrategia perversa para suspender y aplazar la contienda electoral que, por obligatoriedad, debería darse este año en el país. Vinculemos esto con los extraños sucesos, extremadamente violentos, que han ocurrido en Aragua, en la Cota 905, el 23 de Enero y en otros muchos lugares que no reseñan los medios de comunicación. ¿Acaso estos hechos están sirviendo como globo de ensayo para generar un gran estallido social, y así tener la justificación – y para ello le sobra bastante Habilitante a Maduro- de decretar un Estado de Excepción, con la consecuente suspensión de las garantías constitucionales? Muy delicado porque, además, no sabemos si los opositores y la sociedad estarían debidamente organizados para enfrentar lo que vendría.
Esto me permito relacionarlo con unas declaraciones que le escuché a la señora Luisa Ortega Díaz, flamante garante de los DDHH en nuestro país, diciendo en su programa de radio – porque, déjenme decirles que hasta esta señora tiene un programa de radio que se transmite por Actualidad, todos los martes- que “la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, y por ende el Ministerio Público, estaban comprometidos con la garantía de la vida, aun en un estado de conmoción social”. ¿Qué cosa, no, que justo cuando recibo toda esta información, la señora Fiscal se exprese en esos términos en su programa de radio? No es descabellado pensar que -en concordancia con ese mismo espíritu desestabilizador que engendran los perversos asesores de Nicolás- la delicada situación que se viene gestando con Guyana y el Esequibo, tenga también un componente electoral porque les permitiría, con sus hábiles secuaces constructores de falsas propagandas, apelar a un espíritu de unión y solidaridad – como quisieron hacer con las firmas contra Obama o como cuando nos amenazaron con los tres millones de votos cubanos certificados por Tibisay, en tiempo récord y todos para el oficialismo- para sumar voluntades a su causa, cada vez más difícil de sostener, en cuanta discusión política se aborde.
Por lo tanto, el foco de atención de la sociedad debe ser la MUD. La Mesa de la Unidad tiene que cambiar con urgencia: tiene que dar el salto de una liga de partido a una liga nacional. Me niego a aceptar lo que dicen muchos que la MUD no encara al CNE porque eso es generar abstención. Lo que motiva la participación es que el ciudadano se sienta debidamente informado y respetado. Hemos sido víctimas de un engaño continuado y eso, a mi juicio, sí genera abstención.
La popularidad de la MUD hubiera subido si, después de las primarias, hubiera propiciado diálogos sobre la realidad electoral venezolana. La verdad solo beneficia a la democracia. Por eso, tengo los pies sobre la tierra: silenciar las triquiñuelas que han venido ocurriendo, bajo el silbato de árbitro que ostenta el CNE, no es de nuevo una sana opción para la próxima contienda electoral.
¡Qué la Copa sirva para brindar por la verdad! ¡Qué la Copa sirva para brindar por la democracia!
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