Revender los productos regulados y con control en precios es un negocio ilícito a diario. Más de 10 mil bolívares pueden ganar en una semana los “bachaqueros”. Mucho más que el salario mínimo decretado en siete mil 421 bolívares. Las cuentas se originan en la adquisición de más de 20 productos que tienen despacho intermitente en las cadenas. La Verdad
El sistema biométrico de abastecimiento, con la activación de las captahuellas, no ha podido frenar la irregularidad. A las afueras de los establecimientos los revendedores merodean la llegada de cualquier rubro. Y es que hasta la “perrarina buscan”, alerta un representante de tienda, en anonimato al no estar autorizado a dar declaraciones.
“Los ‘bachaqueros’ invierten en la semana mil bolívares y salen a comprar cualquier producto. Se ganan mucho dinero. En una semana fácil pueden hacer 10 mil bolívares. Son lo peor que nos ha podido pasar en Venezuela”, critica el responsable.
Arroz, harina de maíz, de trigo, aceite, margarina, azúcar, pasta, leche en polvo, mayonesa, salsa de tomate y preparado, condimentos concentrado para pasta y sopas, compotas, jugos para meriendas, alimento concentrado para mascotas, papel higiénico, jabón de baño, detergente, suavizante, cloro, lavaplatos, toallas sanitarias, champú, gelatina para el cabello, afeitadoras y toallines son los más demandados.
Los productos más cotizados en la frontera y zonas urbanas de Maracaibo son negociados con grupos de contrabandistas que tienen centro de recolección y de acopio en Las Pulgas, Playitas y barrios de las parroquias Coquivacoa, Francisco Eugenio Bustamante y Raúl Leoni. Se detecta en cinco cadenas de automercados privados.
Los sectores populares se convirtieron en puntos de “cambio de bachaqueo”, suelta un cabecilla revendedor que tiene a su cargo tres mujeres, quienes recorren una cadena de farmacia y tres cadenas de supermercados.
Mientras los “bachaqueros” se coordinan dónde llegan los inventarios. Las amas de casa reclaman no tener tiempo para estar “todos los días en colas”. Angie Amesti reprocha que el sistema de control es el “peor remedio” ejecutado para frenar al comercio ilegal de alimentos. “Los supermercados ahora no están registrando. Si vienes por primera vez y no te lee la huella no puedes comprar. Si haces la cola y no pasa el captahuellas perdiste el tiempo”.