Quienes ofrezcan servicios públicos piloteando aviones; navegando embarcaciones; conduciendo autobuses, camiones, automóviles y motocicletas. Quienes tienen el privilegio de dirigir o laborar en escuelas, liceos, colegios, institutos universitarios, universidades, hospitales o clínicas. Quienes administran fábricas, industrias, empresas. En fin, quienes con significancia primerísima o no, dirigen los destinos de municipios, estados y del país, cargan una suprema responsabilidad, consigo mismos, con los demás y, por encima de todo, con la nación. Esta responsabilidad ineludible, debería probarse en acción, en imparcialidad, en calidad de servicios públicos, en protección de usuarios y transeúntes, en sostener buenas y elegantes relaciones con vecinos, colegas, compañeros de trabajo, usuarios y público en general, hasta tener la satisfacción de haber realizado la tarea con calidad y la virtud de un buen ciudadano. La eficiencia y eficacia, satisface. La búsqueda de la perfección, aunque sea inalcanzable, deberían ser nuestras garantías y metas. Patrick O’Dooley, en Plan de Vuelo de la Vida, señala que la actitud positiva, el entusiasmo, la determinación, la motivación, la confianza, el optimismo, la dedicación, la alegría, la capacidad de escuchar y la paciencia son cualidades de un ganador. Yo agregaría una más, la imparcialidad. Por lo tanto, los venezolanos para anotarnos a ganadores, además de estas cualidades, tenemos que garantizar un desempeño efectivo e imparcial en nuestros trabajos y sostener buenas relaciones. Es por ello, que las oficinas de instituciones que administran poder y ofrecen servicios públicos del gobierno nacional, gobernaciones y alcaldías necesitan entender que administran para un país llamado Venezuela y no para una parcialidad política. Hay que atender al ser humano sin adjetivos; si no, se impone el cambio de régimen. Porque, ciertamente, son importantes los que gobiernan; pero los otros también.
Víctor Vielma Molina/Educador/victormvielmam@gmail.com