“Esta es la Venezuela posible que late en sus entrañas. Y esta es la Venezuela que estoy empeñado en compartir con mis lectores…”
Hace tres años y medio, el aeropuerto de Maiquetía quedaba huérfano y frágil, respecto al servicio de apoyo técnico en tierra a aeronaves de vuelos internacionales. Las empresas de carga y descarga de equipaje y pasajeros, más despacho y servicio a los aviones, por razones que no vienen al caso analizar, decidieron cerrar puertas y marcharse, dando por terminado sus actividades en el país. De pronto, un extrabajador de una importante línea internacional, es requerido de algunos equipos para prestar el servicio de control y llegada, de un vuelo del exterior. El aeropuerto no tenía cómo hacerlo… demostrando no sólo amabilidad y sentido de solidaridad ante la urgencia, el referido empleado de la línea azul-grana, propietario de algunos equipos de apoyo en tierra (que había adquirido en el marco de un sueño de emprender su propia operación), simplemente accedió a prestar su escalera y un pequeño remolque a las autoridades comitentes. Además accedió a brindar apoyo técnico como controlador aéreo, para recibir el avión. A partir de este gesto corporativo, nació lo que hoy es una empresa que sin haber cumplido su cuarto aniversario, ya tiene más de 250 empleados, es reconocida por las autoridades locales e internacionales como una entidad calificada y homologada, atendiendo aeronaves de cuerpo ancho de alta tecnología, reflejando un clima laboral armonioso y eficiente. Producto de una vieja amistad escolar, fui invitado a conocer las instalaciones de la empresa en Maiquetía, y testimoniar el mundo de la aeronáutica civil a lo interno y en detalle. La visita al aeropuerto a nivel de rampas, ofrece una interesantísima y fascinante dinámica operacional. Un delicado oficio de movilización; carga, descarga y supervisión, suministro de aguas servidas y potables al avión; push back de la aeronave, handing, llegada, parqueo, salida, sincronización de despacho y, en fin, toda una logística de elevadísima y sofisticada maniobra, que antes lo hacían empresas alemanas, francesas o chilenas y ahora, con la misma eficiencia y camaradería, lo honra personal 100% venezolano.
Los directores-socios de la empresa, no pueden sentarse a almorzar en paz. En la estrecha hora que tratamos de compartir unos “tostones”, las llamadas no cesaban. “Ya llego la nave jefe (un chárter)…Tenemos espacio y cintas habilitadas… La gente en el aeropuerto nos trató fino, pero necesito que venga usted, patrón, para que despache el avión y coordine con torre de control, porque estamos full. Póngase sus “tapa orejas” y chaleco, y venga de inmediato, pa’ que nos dé el avance”… Así, el presidente de la empresa, con tres celulares en mano, un transmisor y tomando un trozo de pan de repele, se marchó a hacerle el quite al vuelo chárter, que por cierto transportaba una orquesta sinfónica juvenil que volvía a New Jersey. Habiéndose autorizado mi acceso en pista, fui testigo de primera fila. Todos en sitio. Montacargas, remolque, turbinas encendidas, y guía en tierra. Todos concentrados y orgullosos de su faena. Una demostración de destreza y buena disposición en la maniobra. Y una organización y operatividad sobresaliente que me hizo pensar sobre la mística del venezolano, que no se repliega en ningún escenario. Cuánto ejemplo y respeto inspiraba aquel hombre que, siendo presidente de su novel compañía, se ocupó personalmente de sacar la aeronave de la rampa.
Hoy esta pequeña-empresa se ha convertido en una gran familia. Por supuesto, sufre los estragos de la devaluación y otros tantos para crecer. Pero crecen. Sus socios: una nativa de Catia la Mar, con el empuje típico de la mujer venezolana, que tanto mueve un Air-Bus 300, como lleva a sus hijos al colegio o coordina la comida de sus trabajadores; un exempleado de AA, que pasó de un mostrador a empresario homologado por la FAA; un marabino honesto y buen administrador de los cobres que les toca estirar, y, en fin, una nómina de gerentes, técnicos, operarios, choferes, mecánicos y asistentes, que trabajan de sol a sol, suministrando un servicio de exigencia de primer mundo, ahora convertidos en una expresión ejemplar de eficiencia corporativa, pero también en una esperanza andante, que da fe, que si se quiere, se puede, ¡ y de qué manera!
Al despedirme de las instalaciones de Maiquetía me vino un sencillo e inevitable pensamiento. Si somos capaces de responder y triunfar en tiempo de dificultades, hasta dónde podríamos llegar con un mínimo de estabilidad…Esta es la Venezuela posible que late en sus entrañas. Y esta es la Venezuela que estoy empeñado en compartir con ustedes, mis estimados lectores. ¡Seguimos…!
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