Norberto José Olivar: Mentalidad de buitres

Norberto José Olivar: Mentalidad de buitres

I
Refutar cualquier idea de Manuel Caballero es ridículo. Caballero la expone como percepción, no como realidad. Estas líneas me las robé de «Se escribe para mirar cómo muere una mosca», pero no se refería a Caballero sino a Montaigne. Y recurro al plagio para no defraudar a los que señalan —con el dedo— mis obsesiones. ¿Pero qué sería de nosotros sin obsesiones y sin moscas? Lo cierto es que soy un ladrón de frases, de ideas, de parrafadas completas. Aunque más cierto aún es que todo el mundo lo es. Puede que el grupo más detestable,de este tipo de delincuentes, sean los copia y pega, pero ya se sabe que pertenecen a la generación Android y uno se asusta ante tan tenebrosa homogeneidad e inmediatez. En fin, decíamos, o más bien comenzaba a decir, que hablamos y pensamos repitiendo y reacomodando lo que previamente hemos leído o escuchado. De modo que amparado en las Lecciones sobre la Enciclopedia y metodología de la historia de Johann Gustav Droysen, especulo lo siguiente: las lecturas—y lo que oímos,esto último puede ser otra forma de leer—son asimiladaspor nuestro torrente sanguíneo. Acaban siendo invisibles, lo mismo que «olvidadas». No obstante, reaparecen cuando se las necesita. Y es común que no recordemos de dónde vienen. Pensamos, con cierta vanidad, quela idea en cuestión, es hechura propia. Aclaro que esta teoría solo la sostendré en este artículo. Luego la negaré más de tres veces si fuera necesario. Mejor sigamos, ahora mismo, con el corpus probatorio: confieso, pues, que llevo un tiempo largo diciendo que el mejor amigo de la «revolución bolivariana» fue el señor George Walker Bush. Gracias a él aumentaron —¡y mucho!— los precios del petróleo. Recuérdese la invasión a Irak de 2003, por lo menos. Lo que vino después es de dominio público.Yo decía esto como si fuera una ocurrencia de esas que hay que salir corriendo a registrar. Hasta que tuve que volver a mi vieja edición de Ni Dios, ni federación. Crítica de la historia política de Manuel Caballero. Y releer el ensayo El petróleo en la historia de los venezolanos. Y a mí, que la relectura siempre me ha provocado un pánico irracional, terminé convencido de que no se debe releer ningún libro sino se quiere caer en la cuenta de qué tan ladrón de frases, ideas y parrafadas ha sido uno en la vida. En la página 259, Caballero escribe lo que de seguidas cito con las debidas comillas: «En todo hombre o mujer venezolanos existirá siempre una esperanza inconfesable: que estalle una buena, bella, destructora, mortífera y sobre todo interminable guerra, tanto mejor si es mundial. A partir de entonces, los venezolanos nos volveremos en el fondo un poco buitres: nos acostumbramos a nutrirnos de cadáveres ajenos… y mientras más muertos haya, más ricos seremos».

II
Hundiendo el dedo en la llaga, pudiera decir que di con el origen de mi genial ocurrencia, pero también —y esto va con aires de ciencia exacta— que ya se ve de qué estaba hecha tanta alegría revolucionaria. Pero acaso deba uno dar las gracias a la misma revolución y a sus aliados, que se hayan tomado la molestia de hacer desaparecer, al mejor estilo de David Copperfield, tantos fajos de billetes ensangrentados con la vida de otros pueblos.

III
Lo curioso del texto de Caballero, que en realidad es una conferencia con motivo de los ochenta años de la explotación petrolera, dicha al pie del Zumaque Uno, es que veinte años después, por la misma razón y en el mismo lugar, el entonces ministro y presidente de nuestra flamante estatal petrolera, don Ramírez Carreño, afirmara con la vanidad que lubrica al pensamiento genial, que «debemos reconocernos como país petrolero». No sé si intentaba decir que, ya pasados cien años, debíamos aceptar nuestro destino como buitres. No sé si acaba de leer a Caballero. Lo imagino, más bien, «googleando» discursos celebratorios a los inicios de la explotación del petróleo. Pero si en vez de buitres fuéramos cuervos quizás estaríamos más a gusto. El cuervo es un animal literario. Y nuestros hijos recitarían a Poe y no al ex fiscal Rodríguez: «Y el Cuervo dijo: ‘Nunca más’», los escucharíamos decir con cierta intima vanidad. Y marcharían por las calles jugando y gritando: «¡Nunca más…Nunca más…Nunca más!». Y se sabría que, aunque estemos posados y en espera, como en una larga duermevela, sobre el pálido busto de Palas, nuestros «ojos tienen la apariencia de los de un demonio que está soñando».

IV
A manera de conclusión y como puede observarse: la relectura es un hábito contrarrevolucionario.Terrorista. Desestabilizador.
@EldoctorNo

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