Cuando Estefanie Ferraz fue a prisión, llevaba en torno a una década viviendo como mujer, había pasado por más de media docena de operaciones de estética, por ejemplo para colocarse implantes de pecho y pómulos que aumentaban su aspecto femenino, y ahorraba para una operación de cambio de sexo, reseña AP.
Pero su tarjeta de identificación decía que era un hombre.
La transexual de 29 años fue enviada a una cárcel para hombres en Río de Janeiro, donde se vio despojada de su nombre de mujer y le quitaron su pelo largo y su dignidad, afirmó.
Los penales brasileños destacan por su extendida sobrepoblación y por la violencia que soportan todos los reos. Pero grupos activistas señalan que pocos presos son tan vulnerables como los transexuales y travestis, que suelen ser objeto de insultos y violencia física y sexual.
En Río de Janeiro, nuevas normas intentan frenar esos abusos en las 52 cárceles del estado. Grupos activistas han elogiado las normas que prohíben la discriminación contra los aproximadamente 600 presos transexuales y protegen su identidad de género entre rejas.
“En Brasil, incluso los presos normales son invisibles para la sociedad en general. Los presos transexuales son doblemente invisibles… y vulnerables”, señaló Claudio Nascimiento, que lidera el grupo activista Rio Without Homophobia, que hizo campaña en favor de las nuevas normas.
“Había una carencia generalizada de respeto y aceptación” de los reos transexuales, señaló el coronel Erir Ribeiro da Costa Filho, responsable de la agencia penitenciaria de Río. Con las nuevas normas, afirmó, “intentamos llevar un trato digno al sistema”.
Las normas aprobadas a finales de mayo permiten a los internos travestis y transexuales que se los trate por su nombre habitual, en lugar de por el oficial. Se garantiza el acceso a visitas conyugales y se permite que los transexuales que se identifican como mujeres decidan si sirven sus sentencias en un penal de mujeres. En Estados Unidos, las reglas federales determinan que la decisión sobre si internar a un preso transexual en un centro para hombres o mujeres se tome de forma individual, dependiendo en parte de dónde estarán más seguros.
Las nuevas reglas de Río también permiten el acceso a terapia hormonal, a la que pueden acceder los presos de algunos estados de Estados Unidos, y permiten que los prisioneros transexuales que viven como mujeres lleven lencería, maquillaje y el pelo largo. Además, se evita a los presos transexuales humillantes registros sin ropa delante de otros prisioneros. Tampoco tendrán que quitarse las camisas para los baños de sol.
Los baños de sol suelen ser un momento favorito de la rutina en las sobrepobladas cárceles, pero eran una pesadilla para Ferraz. Después de cortarle la melena, los guardas de un penal masculino la obligaron a quitarse la camisa en el patio, exponiendo los pechos que se había implantado ante cientos de presos.
“Fue más que horrible”, dijo Ferraz, una exprostituta que cumple una sentencia de 10 años por intento de asesinato contra un hombre que dice le apuntó con un arma tras solicitar una transacción sexual. “Todo el mundo miraba, me decía cosas, me gritaba”.
Las nuevas normas se adoptaron en medio del escándalo por la brutal paliza que recibió en abril una mujer transexual en un centro de detención del vecino estado de Sao Paulo. La policía investiga las acusaciones de que funcionarios del centro torturaron a Veronica Bolina, después de que varias imágenes explícitas de la presa se hicieran virales en internet. En imágenes anteriores a su detención, Bolina es de una belleza impresionante con ojos felinos, pómulos afilados y una bonita melena. En las de después es casi irreconocible, con el pelo cortado de forma tosca, el rostro hinchado por una colección de golpes y los ojos cerrados por las lesiones.
Activistas de defensa de homosexuales, bisexuales y transexuales señalan que es difícil estimar la extensión de estos abusos contra presos travestis y transexuales en Brasil porque a menudo no se denuncian. En el caso de Bolina, al principio culpó de sus lesiones a otros presos, al parecer temiendo posibles represalias de la policía.
Sin embargo, los expertos están de acuerdo en que los presos transexuales de todo el mundo corren un riesgo de maltrato mucho mayor que otros internos, y en especial de sufrir abusos sexuales.
“Los prisioneros transexuales son uno de los grupos en detención más vulnerables a la violencia sexual”, afirmó Jesse Lerner-Kinglake, portavoz del grupo sin ánimo de lucro Just Detention International, con sede en California y que respalda los esfuerzos por detener las violaciones en cárceles.
Un informe del Departamento de justicia de Estados Unidos emitido el año pasado, señaló, indica que casi el 40% de los presos transexuales entrevistados dijeron haber sido víctima de violencia sexual en el año anterior. Otro informe de 2007 de la agencia penitenciaria de California determinó que los presos transexuales tienen 13 veces más probabilidades de sufrir violencia sexual que otros presos.
En Brasil, los defensores de homosexuales, bisexuales y transexuales señalan que en realidad, los grupos criminales que dominan las cárceles pueden ayudar a proteger a los internos transexuales de las agresiones sexuales. Esos grupos suelen aislar a los prisioneros transexuales, les obligan a comer en platos distintos y evitan incluso el contacto físico accidental con la población general. Los presos que se descubra han tenido contacto sexual con los prisioneros transexuales se arriesgan a represalias que pueden incluir un linchamiento.
Sin embargo, la protección que ofrece esta discriminación sólo llega hasta cierto punto.
“Cuando hay un motín carcelario, cuando las facciones criminales que controlan los penales deciden amotinarse, los presos transexuales son siempre los primeros en ser asesinados”, dijo el congresista de Río de Janeiro Jean Wyllys, defensor de los derechos homosexuales.
Las nuevas normas ya han mejorado la vida en la prisión, dijo Danny Campos de Oliveira, que cumple una pena de 18 meses por hurto.
Antes, los presos transexuales se veían “calvos y feos, con barba porque no podían tomar hormonas”, dijo Oliveira, que lleva el pelo con reflejos rubios. Ahora, “salen de aquí con más dignidad, un poco menos marginalizados”.