Ciertamente, es importante que el gobierno combata, constantemente, con efectividad y sin respiro al delito y al crimen dentro de los preceptos constitucionales. Pues para eso fue elegido presidente y es lo que piden las mayorías. Pero, el presidente Nicolás Maduro, después de haber abandonado, desamparado y sacrificado a la gente con medidas desacertadas o desproporcionadas, ahora generaliza y reprime o les endosa cualquier remoquete difamante. La verdad aunque tenga varios puntos referenciales es una sola. Generalizar es más un acto de injustica que de acierto. Indiciar a la generalidad del adversario, con crímenes de particulares, es un acto que siembra odio. ¡Dios nos ampare! Lo que nos sucede a los venezolanos es tan parecido a los precedentes que despertaron el odio y la matanza de los Hutu contra los Tutsi en Ruanda. Esto intensifica la tensión, la segregación política y viola los DDHH.
Es desagradable decirlo, pero los gobernantes de turno han sentido a la frontera como a un doloroso callo o un simple uñero. Y todo porque desconocen la psicología del ser humano de la frontera. Ciertamente, la frontera está allí, es el borde de la tierra de la sagrada patria, la que toca y se relaciona con la piel hermana; pero pareciera que dijeran, “por ahora solo serán “atendidas” las otras partes del cuerpo que se consideran principales.” Solo se sabe de ella cuando nos lastimamos, nos infectamos, sangramos y el dolor es inaguantable. Pero este gobierno, por negligencia, dejó que la frontera se infectara peligrosamente. Ahora, como pretende remediar su “autoridad” y “popularidad”, parece crear un caldo de cultivo para suspender las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre y evitar, la inminente derrota que predice el rechazo de los venezolanos contra su mal gobierno, por eso lanza el Estado de Excepción en los municipios fronterizos de Táchira. Allí, de acuerdo a lo que dicen sus moradores: “Se fundó la sucursal del infierno. Ahora Maduro capitalizó e implantó al infierno. Aquí nadie es dueño de nada ni siquiera de su propio destino; porque en los últimos años se incrementaron y diversificaron los tipos de delitos y los delincuentes”. (…) Muchas de las autoridades preventoras y represivas, encargadas de combatir al contrabando de extracción, parecen zamuros cuidando carne.” Y agregan, entre otras cosas que: “El actuar actual del gobierno es, deliberadamente excesivo y equivocado. Por tardío: es oportunista, desmedido, atribulario y desnatural. Que son políticas que lucen aparentes y sobreactuadas.” Lo peor, esta realidad, se repite a lo largo de toda la frontera colombo-venezolana.
Universalmente se cree que la justicia no puede ser aparente ni un espectáculo para esconder la verdad entre bastidores. En un país dónde la ciudadanía sea respetada y se haga respetar, un gobernante así, no merece seguir en el poder. La honorabilidad lo haría renunciar y llamaría a nuevas elecciones presidenciales. Es por ello que Venezuela necesita que los gobernantes cumplan con la Constitución y en esa dirección, urge la restitución de la Constitución de 1999, tal como lo determina su Art. 333. Y todo, porque ha sido suprimida por el I y II Plan Socialista de Desarrollo Económico y Social de la Nación, conocidos como Plan de la Patria, que en la realidad debilita a la economía, a los derechos humanos y a la soberanía. He aquí el paquete del fracaso. ¡Que el pueblo diga la última palabra!
Víctor Vielma Molina/Educador/victormvielmam@gmail.com