El juicio oculto y amañado que se le ha seguido por más de año y medio a Leopoldo López está llegando a su final. En pocas horas conoceremos una sentencia que, si nos remitimos a los aspectos jurídicos, deberá ser la de libertad plena. Hoy quiero hacer un acto de memoria y recordar que Leopoldo ha sido un perseguido político de este gobierno desde mucho antes del año y medio que ha pasado tras las rejas de la dictadura; y recordar también que a lo largo de todo ese tiempo su espíritu de lucha, su irreverencia ante los poderosos y sus ideales democráticos no se han debilitado, al contrario, con cada dificultad y amenaza su convicción se ha hecho cada vez más fuerte y su anhelo por alcanzar La Mejor Venezuela más intenso.
En el año 2008, luego de terminar una de las gestiones municipales más exitosas de Latinoamérica, cuestión que le hizo ganar el apoyo de cerca del 90% de los vecinos de Chacao, fue inhabilitado políticamente de forma arbitraria por órdenes del para entonces presidente Hugo Chávez, ello con el único fin de impedir que Leopoldo se convirtiera en el nuevo alcalde metropolitano de la ciudad de Caracas.
Desde entonces, Leopoldo ha transitado exitosamente el difícil camino de la construcción de un liderazgo político nacional desde la carencia de un cargo de elección popular, y eso no es poca cosa en un país como el nuestro. Él, en lugar de rendirse y dejarse arrastrar con resignación por la decepción, se dedicó a recorrer hasta el último rincón de nuestro país, a escuchar los problemas de nuestro pueblo y a construir una red voluntarios que articulara las voluntades necesarias para resolverlos. De allí, de esos tiempos de brega silenciosa pero constante, nació Voluntad Popular.
Luego, tras haber ganado el juicio que se dio en la Corte Interamericana de Derechos Humanos relativo a su inhabilitación política, y haber obtenido de esa instancia una sentencia que le devolvía sus derechos políticos, decidió participar en las históricas elecciones primarias de la oposición para elegir al candidato que en definitiva enfrentaría a Hugo Chávez en las elecciones del 7 de octubre del año 2012. Sin embargo, una vez más el gobierno nacional, haciendo gala de su acostumbrada arbitrariedad, anunció que no obedecería la sentencia de la CIDH y que Leopoldo López continuaba inhabilitado políticamente. Esto condicionó en buena medida la campaña de Leopoldo, pero, una vez más, lejos de rendirse o amilanarse, decidió seguir adelante dando un testimonio de lucha hasta en los momentos más adversos, y, en un acto de desprendimiento y de responsabilidad con el país, apoyó públicamente a Henrique Capriles y trabajó por su triunfo.
Pero si bien todos esos momentos difíciles y la actitud con la que los enfrentó Leopoldo dan claras luces de su carácter, nada se compara con lo que han vivido él y su familia a lo largo de más de un año de prisión.
El gobierno ha hecho todo lo posible por quebrar su espíritu. Todo. Lo han aislado y confinado a una celda de dos por dos en una cárcel militar, sus carceleros le han arrojado desechos humanos por los barrotes de su ventana, le han roto los libros que lee y las notas que escribe, le han prohibido ver a sus hijos, en varias oportunidades le han negado el acceso a sus abogados y ha sido sometido a un juicio injusto controlado desde Miraflores. Pero Leopoldo, una vez más, no ha dado su brazo a torcer, y lejos de abatirse y dejarse aplastar por las circunstancias, le ha dado la cara a una dictadura que no haya la forma de doblegarlo.
Decía Martin Luther King que la sumisión y la tolerancia ante la injusticia no es el camino correcto, pero sí el más cómodo. Hoy Leopoldo, y con él millones de venezolanos, hemos decido transitar el camino más difícil, el de la lucha denodada por un país libre y democrático. Hemos decidido no conformarnos. Hemos decido dar un testimonio de lucha.
@AlfredoJimenoR
Concejal de Chacao