Los griegos acuden el domingo a las urnas, muchos de ellos frustrados por el panorama político y desencantados con el izquierdista Syriza después de que Alexis Tsipras pactase el nuevo rescate. EFE
A pocos días de las elecciones muchos ciudadanos, entre un 10 % y un 15 %, según las últimas encuestas, todavía dudan sobre su voto.
Fue ese colectivo al que tanto Tsipras como el aspirante conservador, Vangelis Meimarakis, -empatados en las encuestas- intentaron captar en el debate televisivo celebrado anoche que, según coincidieron todos los medios, aportó poca claridad para los indecisos.
El ambiente en la calle no tiene nada que ver con la ilusión que despertaban las elecciones de enero.
Entonces Syriza encabezaba todas las quinielas y finalmente Tsipras se convirtió en primer ministro con el 36,34 % de los votos por prometer el fin de la austeridad y el progresivo despegue de la economía.
Gente que nunca había votado a lo que entonces se consideraba “izquierda radical” se decantó por este partido como el último refugio ante la desesperada situación que arrastraba el país.
Dos programas de ajuste y sus severos recortes habían hecho repuntar el desempleo hasta más del 25 % y habían empobrecido a la que hasta entonces se consideraba clase media.
Ocho meses después de la llegada al poder de Syriza, la situación económica apenas ha cambiado, pero sí lo ha hecho el ánimo de la población.
“Sinceramente, no voy a votar esta vez, porque no creo en ninguno de ellos”, comenta a Efe Eva, una periodista de 25 años, que, pese a su juventud, se confiesa “decepcionada”.
Votó a Syriza en las últimas elecciones y también respaldó la opción izquierdista con su voto negativo en el referéndum de julio sobre la propuesta de acuerdo que planteaban los acreedores.
Sin embargo, lamenta que aquel “no”, que respaldó más del 60 %, “se convirtiese en un ‘sí'” al tercer rescate.
“¿A quién y a qué?”, se pregunta Lambros cuando se le cuestiona sobre su voto. Aunque ha apoyado a Syriza antes, confiesa que no se cree la promesa de Tsipras de que tratará de amortiguar los efectos sociales de los nuevos recortes.
Explica que sus conocidos, que antes confiaron en Syriza, ahora tomarán dos caminos totalmente opuestos, la izquierda radical extraparlamentaria que representa Antarsya o el neonazismo de Amanecer Dorado, aunque no se consideren fascistas.
Una encuesta del semanario To Pontiki, realizada por el instituto demoscópico Pulse, estima que Syriza solo tiene el voto asegurado del 50 % de sus electores de enero, mientras que Nueva Democracia retiene al 75 %.
Entre los votantes que se quedarán en Syriza hay muchos que lo harán por temor al auge de la ultraderecha si optan por quedarse en casa, un argumento que sostiene Eva, quien finalmente va a votar por Tsipras, precisamente por miedo a que suban los neonazis.
Eleni, en cambio, afirma convencida que no había “otra solución” que la firma del rescate, por lo que seguirá confiando en Syriza que “es más abierto, nuevo y tiene un programa para Grecia”.
El tercer rescate provocó la división de Syriza y que su ala más radical formase la Unidad Popular, una formación antirescate que defiende la salida del euro.
“Creo que en el próximo Parlamento tiene que haber un partido de izquierdas que realmente sea antimemorando y defienda los intereses del pueblo”, afirma Kostas en su defensa de Unidad Popular.
Este reportero de unos 50 años fue durante siete años miembro de Syriza, pero ahora reniega de este partido porque considera que ha mentido a la gente.
“Se sienten traicionados por Syriza”, dice Fotis cuando se le pregunta sobre cómo percibe el ambiente ante las elecciones.
Este conserje de un edifico de oficinas en el centro de Atenas comenta que el Gobierno de Tsipras no ha sido coherente respecto a lo que prometió en enero y le reprocha haber “subestimado” el poder de los acreedores durante las negociaciones.
Todos los sondeos publicados hasta ahora conceden a la formación ultraderechista el tercer puesto obtenido ya en enero.
“Quiero que sigan en el Parlamento no por nada político, sino porque con este problema de los inmigrantes, al final nos tendremos que ir nosotros también”, dice Dafni, de 24 años y en paro desde hace más de uno.
Nueva Democracia y Pasok, con la renovación de sus liderazgos, consiguen traer de vuelta a algunos de sus anteriores votantes y retener a los fieles, como la señora María, quien recuerda con emoción cómo los socialdemócratas implantaron la sanidad y la educación pública. EFE