El encuentro, el miércoles 23 en la Casa Blanca, entre Jorge Bergoglio y Barack Obama será el número 29 entre un papa y un presidente estadounidense. Durante varias décadas una cumbre de este tipo resultó simplemente impensable. AFP
Obama, de confesión protestante, reconoce sin ambages su admiración por el papa latinoamericano y no duda en elogiar su “precioso pensamiento”.
Sin embargo, la desconfianza dominó durante mucho tiempo la relación de Estados Unidos con el Vaticano, ante el temor, abiertamente expresado, de que los católicos del país fueran más fieles al pontífice que al inquilino de la Casa Blanca.
“Estados Unidos ha tenido una larga historia de anticatolicismo”, recuerda Thomas Reese, jesuita y analista del National Catholic Reporter.
“Los primeros colonos eran muy mayoritariamente protestantes y trajeron con ellos un desprecio por el catolicismo”, rememora, evocando el auge, a mediados del siglo XIX, del partido “Know-Nothing”, furibundamente anticatólico y antiinmigrantes.
Cuando el gobernador demócrata y católico de Nueva York Al Smith se presentó a la elección presidencial de 1928, su fe católica le valió virulentos ataques. “Algunos de sus detractores aseguraban que Smith planeaba construir, si resultaba ganador, un túnel entre la Casa Blanca y el Vaticano…”, destaca Thomas Reese.
El primer encuentro entre un papa y un presidente estadounidense tuvo lugar al término de la Primera Guerra Mundial, en 1919, cuando Woodrow Wilson fue recibido en Roma por Benedicto XV.
Pero se deberá esperar 40 años para una nueva cumbre, entre Dwight Eisenhower y Juan XXIII.
“Después de la Segunda Guerra Mundial, los católicos estadounidenses se integraron cada vez más a la sociedad”, subraya Chester Gillis, profesor de teología en la Universidad de Georgetown, en Washington.
Muchos de ellos pudieron finalmente acceder a la universidad, en particular gracias al “GI Bill”, que abrió las puertas de la educación superior a millones de estadounidenses. Progresivamente, se incorporan a las capas medidas y los casamientos mixtos se multiplican.
– El giro de Kennedy –
La elección en 1960 de John F. Kennedy, el primer presidente católico de la historia de Estados Unidos (y hasta hoy el único), marca un punto de inflexión.
Sin embargo, su marcha hacia la Casa Blanca estuvo rodeada de obstáculos.
“Había en la época un verdadero temor. Muchos pensaban que si un católico era elegido presidente el papa tendría una influencia directa en la política estadounidense”, dice Chester Gillis.
Kennedy fue atacado a veces con vehemencia por ese flanco, y el presidente demócrata se defendió.
“Creo en unos Estados Unidos en los que la separación entre la Iglesia y el Estado sea absoluta (…), en la que ningún responsable público solicite o acepte instrucciones del papa”, dijo el 12 de septiembre de 1960 en Houston durante un famoso discurso.
“Contrariamente a lo que se ha escrito a menudo, no soy el candidato católico a las presidenciales, soy el candidato demócrata, que por añadidura es católico”, agregó. “No hablo en nombre de mi iglesia sobre los asuntos públicos ni mi iglesia habla por mí”.
A partir de entonces, los encuentros -en el Vaticano- entre el jefe del Ejecutivo estadounidense y el sumo pontífice se hacen habituales: Lyndon Johnson, Richard Nixon, Gerald Ford.
No obstante, en un país en el que los católicos representan algo más del 20% de la población, se deberá esperar a la presidencia de Jimmy Carter para que un papa –Juan Pablo II– penetre por primera vez en la Casa Blanca, en 1979.
Muchas de estas cumbres fueron tan sólo ejercicios diplomáticos sin verdadera sustancia política. Una de ellas salió de lo común: la que celebraron Ronald Reagan y Juan Pablo II. “Tenían un enemigo común –el comunismo– y se veían como aliados”, rememora Chester Gillis.
Barack Obama, que ya se reunió con el papa Francisco en Roma hace poco más de un año, apuesta a que esta nueva cita esté marcada por las coincidencias en dos temas clave del final de su mandato: la apertura hacia Cuba y la lucha contra el cambio climático.
Las voces disonantes resuenan sin embargo, esta vez, en filas católicas.
Furioso por las muy claras tomas de posición de Francisco sobre el cambio climático, quien llamó a hacer una revolución ecológica, un diputado republicano, Paul Gosar, del estado de Arizona, anunció que boicoteará el histórico discurso del papa en el Congreso.
“Es ridículo que se promueva un dudoso pensamiento científico como si formara parte del dogma católico”, dijo el legislador, y deploró que el jefe supremo de su iglesia hable y actúe como un “político izquierdista”.