En 1926 inicia sus estudios de Derecho en la Universidad Central, obteniendo en primer año las más altas calificaciones. En febrero de 1928, la Federación de Estudiantes presidida por Raúl Leoni organiza la Semana del Estudiante, pero esas actividades se convirtieron en protestas contra la dictadura de Gómez y terminaron con el encarcelamiento de Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Guillermo Prince Lara, Pío Tamayo y otros dirigentes en el Cuartel El Cuño; posteriormente trasladados al Castillo San Carlos en Puerto Cabello. Ese año marca el paso del personalismo al colectivismo político y el origen de la llamada “Generación del 28”.
Ese mismo año inicia su periplo de exilado político trashumante que durará un total de 19 años, interrumpidos por cortos periodos de clandestinidad, por eso se ve obligado a abandonar sus estudios formales. Pero al gozar de la libertad del exilio, aprovecha para informarse y formarse intelectual y políticamente. Estudia las doctrinas políticas y los grandes acontecimientos históricos: la revolución soviética, la mexicana, la historia de los movimientos obreros internacionales; e investiga sobre la industria petrolera y el manejo de la economía del régimen gomecista. Es en esta etapa cuando comienza su interés por el tema económico y petrolero, y cuando decide hacer de la política su proyecto de vida. Estudia, escribe y se propone construir un partido político de orientación democrática, policlasista y de origen popular, para llegar al poder, servir al pueblo y transformar la realidad política y económica. Y todo lo logra: en 1941 funda Acción Democrática (AD), el partido del pueblo, el más importante partido político del siglo XX; escribe su obra magnaVenezuela, política y petróleo; y llega dos veces a la Presidencia de Venezuela.
Fue un obsesionado de la honradez, la probidad y la lucha contra el peculado, y de eso dio claros ejemplos: cuando en 1948 entrega la presidencia a Rómulo Gallegos era tan pobre como cuando entró en Miraflores. La revista Fortune, de Nueva York (abril, 1949) publicó: «Cuando Betancourt llenó el requisito constitucional y dio cuenta de sus haberes después de ejercer durante dos años la presidencia de uno de los países pequeños más ricos del mundo, su capital ascendía a Bs.1.154,oo. Semejante honradez por sí sola es un milagro en América Latina». El profesor Austin MacDonald, en su obra Latin American Politics and Government, escribió: “El sueldo de Presidente equivalía a $14.000 al año. La ley imponía que los Jefes de Estado al retirarse del cargo hicieran declaración pública de su capital y deudas. El ex Presidente Betancourt demostró que sus ganancias al abandonar la presidencia eran $343,oo”. Y cuando en 1963 entregó la presidencia a su compañero Raúl Leoni, no tenía casa propia dónde vivir. A su regreso del exilio autoimpuesto, unos amigos se reunieron y entre todos le compraron la quinta “Pacairigua”, sede de la fundación que lleva su nombre.
Fue un maestro de pedagogía política y predicó con el ejemplo: cuando viajaba costeaba el pasaje de su esposa, pagándolo por cuotas en agencias de viaje privadas. Cuando decretó la reducción de sueldos y salarios, el primero que recortó fue el suyo. Entregó el poder a su sucesor en el tiempo previsto, ni un día más ni un día menos. Y renunció a otra candidatura presidencial.
Su talante democrático y su figura de estadista y de hombre público hoy se destaca mucho más, en esta oscura etapa de una Venezuela agónica, al borde del abismo institucional y destruida social, económica y moralmente por los mafiosos del régimen.