Lo que en pleno siglo XXI, vergonzosamente en Venezuela dice llamarse revolución, podrá esconder las estadísticas que acusan y demuestran su fracaso; pero la realidad, se revela, con la fuerza de la verdad, en indetenible escándalo. La espantosa crisis se hace evidente, cuando la escasez, la inflación y la especulación vuelven flecos a los salarios. Las familias venezolanas no pueden completar “los tres golpes”. ¿Cuál de ellas podrá desayunar con un presupuesto de 300 bolívares, almorzar con 600 bolívares y cenar con 300 bolívares? Este presupuesto, sobrepasa los 36 mil bolívares mensuales; es decir, casi cinco veces, el salario mínimo. ¿Para qué alcanza un salario mínimo de 7 mil 421 bolívares? Al igual que muchos obreros, los profesionales graduados, entre ellos, médicos, enfermeras, profesores de educación superior, media y primaria reciben un salario mínimo y, a veces, menos. Su situación los coloca lejos de la cesta básica y de la dignidad que bien merecen. Por ello, podemos decir que la “revolución”, hunde en el hambre e internaliza la miseria, al pueblo soberano de la República Bolivariana de Venezuela. ¿De qué bienestar habla la revolución en los foros internacionales, tal como lo hizo en la Asamblea General de la ONU, el presidente Nicolás Maduro? ¿Por qué se esconde detrás de la gloria de El Libertador? ¡Bolívar no hambreó a pueblos ni les quitó la libertad! Simón Bolívar es República, es democracia, es libertad, es moral y heroísmo inconmensurable.
Las destructoras termitas rojas echaron por tierra a los determinantes factores de producción de la economía y del progreso de Venezuela. No diversificaron a la economía; pero desmantelaron al mismo aparato monoproductor y apolillaron a Pdvsa. A su vez, sistemáticamente, arruinaron a las empresas en estado de producción que generaban fuentes de empleo y riqueza verdadera, fomentaron la corrupción y el despilfarro, saquearon las reservas monetarias y violaron a la Ley del BCV, debilitaron al bolívar y condujeron al pueblo venezolano a ser, uno de los más pobres del mundo. Por esta causa vemos el abandono, el deterioro, la falta de mantenimiento de la infraestructura y el menoscabo de las superestructuras de las instituciones gubernamentales. Esto, es una muestra más, de su voraz apetito e insuficiencia.
La gente reclama a gritos un cambio de gobierno. ¡Es insostenible esta situación! Se siente el estallido de los vidrios del hambre en los estómagos de las mayorías. Se escucha el espantoso crac de la economía. ¡Esto no puede seguir así! Y para colmo, estas extrañas criaturas simulan paz; pero nos colocan al borde de la guerra. Es el viejo truco. Hacen más evidente la creación del enemigo interno y externo, para desviar la atención o neutralizar a su inminente y estrepitosa caída. Las termitas rojas han destruido a su propio poder, de él solo les queda el cascaron. No tienen asidero. Buscan desesperadamente, como en otrora, un conflicto que las salve.
Víctor Vielma Molina/Educador/victormvielmam@gmail.com