¿De qué manera se refleja nuestro coeficiente intelectual en nuestros actos? ¿Es posible averiguar el nivel de inteligencia de una persona a través de su comportamiento, o cada ser humano tiene unas peculiaridades propias que responden a su personalidad y a la influencia de factores ambientales?
Dichas preguntas han conducido durante las últimas décadas a intentar averiguar de qué manera se conducen aquellas personas que disfrutan de un coeficiente más elevado. Y una sorprendente respuesta habitual ha sido unir dicha capacidad con un mayor consumo de drogas, una existencia hiperactiva y un deseo de probar cosas nuevas.
La mayor parte de estas afirmaciones señalan a una misma hipótesis, la conocida como de interacción Savanna-IQ. Según dicha teoría, las personas más inteligentes tienden a perseguir la práctica de actividades que perciben como novedosas, y que difieren de manera sensible de aquellas que han practicado los hombres a lo largo de su evolución. Serían, por lo tanto, la vanguardia evolutiva que comienza a cambiar el comportamiento de toda la raza humana.
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