Ciertamente nos enfrentamos a varios problemas, pero el económico es el peor de todos. Tenemos tres años consecutivos con la inflación más alta del mundo (este año prevista en 285%), causada por imprimir dinero inorgánico y por la falta de sanas políticas fiscales. Una crisis alimentaria debido a la contracción del aparato productivo, por las expropiaciones y los controles. La caída del precio del petróleo y escasez de divisas que han afectado las importaciones. Y una desastrosa devaluación monetaria: En 1999 Bs.574; en 2002 Bs.1.418; en 2003 (control de cambio) Bs.1.600; en 2005 (devaluación) Bs.2.150; en 2008 (quitan tres ceros y crean el Bolívar Fuerte) BsF. 2,15; en 2010 BsF.4,30; en 2013 BsF. 6,30 – Sicat BsF.11,30; en 2014 Sicat II BsF.50 (50.000 de antes); en 2015 – paralelo BsF.782 (782.000 de antes). Pero el ministro de economía Rodolfo Marco Torres asegura que a pesar de lo que digan las calificadoras de riesgo, Venezuela está muy bien porque tenemos las mayores reservas petroleras del mundo y contamos con los recursos para cumplir con todos los compromisos financieros.
Hoy, en la era del conocimiento, los recursos naturales no garantizan el crecimiento de los países. La prosperidad depende cada vez más del sistema educativo, sus científicos y sus innovadores. Los países más exitosos no son los que tienen más petróleo, más reservas de agua o más oro, sino los que desarrollan las mejores mentes y exportan productos con mayor valor agregado. Un programa de computación exitoso o un nuevo medicamento valen más que millones de barriles de petróleo. Por eso, los países que crecen y reducen más la pobreza son los que producen innovaciones tecnológicas.
Israel es un pequeño país sin recursos naturales, con una superficie de 22.145 km² (menor que el Estado Falcón), una población aproximada de 8 millones de habitantes y está a la vanguardia mundial en investigación y desarrollo. Su capital Tel Aviv es considerada como el segundo Silicon Valley, tiene la mayor cantidad de empresas tecnológicas per cápita del mundo (una start-up por cada 1.844 habitantes), cuenta con más empresas de tecnología en el índice Nasdaq que todos los países europeos juntos y es récord en premios Nobel.
Pero en Venezuela el régimen hace todo lo contrario: Recorta el presupuesto de las universidades, deprime sus salarios, elimina la investigación, destruye el capital humano y promueve la fuga de cerebros; poniendo en peligro el conocimiento y el desarrollo académico de la nación, por el éxodo de investigadores y profesionales. Esta ha sido una deliberada política de estado para destruir los centros del pensamiento, a las universidades, a los empresarios y a la clase media profesional y preparada.
Sin embargo, a pesar de todo, nóveles emprendedores están dando pasos en la constitución de empresas innovadoras o start-up que buscan solucionar problemas, creando y desarrollando programas y software. Un ejemplo es Blanclink C.A. una start-up de tecnología, especializada en el desarrollo de aplicaciones móviles y software, calificada en el 2015 entre las 50 Top Start-Up por su primer producto, “BlancRide”; y que actualmente desarrolla “Nekso” en Maracaibo, una aplicación para contratar taxis a través de los teléfonos inteligentes.
Para que Venezuela pueda avanzar al siglo XXI y salir del atraso a donde nos ha retrocedido este régimen militarista y mafioso, es urgente y necesario un cambio radical de nuestro sistema de educación e invertir en investigación, tecnología y desarrollo. Y eso solo podremos lograrlo con un cambio de rumbo, de modelo económico y de gobierno, lo más pronto posible.
*Abogado