Misma motivación, mismo modus operandi, pero muy distinto contexto. Al final, los esfuerzos por generar una suerte de rebatiña de consumo similar al efímero Dakazo 2013 chocan con la dura realidad económica y social de finales de 2015. En el lenguaje bélico que tanto gusta al gobierno, un nuevo Dakazo es pólvora mojada.
Primero, el poder de compra del venezolano hoy día es muchísimo menor. Si tomamos como referencia el salario mínimo (el cual devenga la mitad de los asalariados) y ajustamos por inflación, el poder de compra del nuevo salario mínimo efectivo a partir de noviembre es solo dos tercios de su equivalente en noviembre de 2013. A esto hay que agregarle que esta vez los consumidores no se pueden endeudar (las tarjetas de crédito están full) y ya muchos sacaron prestaciones sociales para pagar los útiles escolares (algunas empresas incluso adelantaron utilidades). Hoy, el presupuesto familiar está exhausto.
Segundo, el nivel de los inventarios es abismalmente menor. Entre el Dakazo 2013 y la sequía de dólares se han encargado de llevar los inventarios de bienes durables a mínimos históricos, de modo que quien se alzó con una nevera en 2013, por poner un ejemplo, le tocará ahora conformarse con un rayador de queso, eso es lo que hay. Además, está el detallito de que en diciembre de 2013 las operaciones en el mercado paralelo de divisas eran ilegales y de eso se agarraron para obligar a los comerciantes a vender a pérdida y diseminar su capital de trabajo. Pero con la Reforma de la Ley de Ilícitos Cambiarios que entró en vigencia en diciembre de 2014 se despenalizaron las operaciones de divisas entre privados, por lo que los comerciantes tienen esta vez un mejor asidero legal para justificar sus costos.
Tercero, al gobierno se le agotó la credibilidad. El Dakazo 2013 se produce a comienzos de la gestión Maduro, cuando amplios sectores de la población esperaban alguna señal de que “el designado” podría dar continuidad a la bonanza de otros tiempos, y es en ese contexto que la rebatiña sirvió para subir temporalmente los niveles de aprobación gubernamental. Ahora el contexto es muy distinto, ya esa duda ha sido despejada y la mayoría de la población, en todos los estratos sociales, opina que no existe la tal “guerra económica”, que Maduro es el principal responsable de la actual crisis y, pero aun, que no tiene la capacidad para resolverla. No hay Dakazo que revierta esa percepción.
Por último, el campo de batalla electoral es definitivamente otro. Las elecciones municipales que motivaron el Dakazo 2013 estuvieron marcadas por el desaliento en el bando de la alternativa democrática y una búsqueda de continuidad en el votante oficialista. Lamentablemente, eso llevó a una respuesta política un tanto tímida y desarticulada ante los atropellos perpetrados en nombre de la “ofensiva económica”. Esta vez, el panorama para las elecciones parlamentarias de diciembre es muy distinto. La desilusión en el electorado oficialista es enorme, hay plena conciencia que el modelo socialista sencillamente se agotó y por donde una se mete la gente lo que pide es cambio. En está ocasión, habrá una respuesta política articulada que se cobrará en votos esta nueva arremetida contra la propiedad privada.