El cuadro cada vez le luce más complejo. La adversidad lo acosa y advierte una catástrofe. Presiente que hasta su entorno más cercano lo culpabilizará, ya percibe algunas señales. Las orientaciones de las salas situacionales no funcionan, el rechazo es creciente. Por más que trata de contenerse le resulta imposible, no puede simular serenidad. Percibe el distanciamiento de adeptos, no hay entusiasmo en sus filas. La euforia es cosa del pasado. Se respira en su círculo más próximo un ambiente de tristeza y melancolía.La desesperación se transforma en amenaza, fue lo que aprendió más recientemente. Llama a firmar un acuerdo para respetar los resultados, mientras afirma que hay que ganar “como sea”, una contradicción que indica su condición inestable.La última semana le ha resultado fatal, colmada de sorpresas.
Lo desconcertó la decisión del Tribunal electoral de Brasil al no integrar la misión de UNASUR por considerar que en Venezuela no existen suficientes garantías. Sin el gigante suramericano y con la posible ausencia de otros países, el “acompañamiento” de esa unión carece de la importancia que le había concedido. Más aún de profundizarse las diferencias que allí se manifiestan, estaría seriamente comprometido el porvenir de esa institución.
Los resultados electorales en Argentina y Bogotá igual lo sorprendieron. Pareciera que nuevamente vientos renovadores soplaran en América latina.
La investigación y denuncia contra Rafael Ramírez y su entorno constituye otro golpe difícil de asimilar, su repercusión en el plano nacional e internacional es innegable, el silencio de la cúpula gobernante es escandaloso.
La deserción de Franklin Nieves, uno de los fiscales de Leopoldo López demuestra la utilización del poder judicial para la persecución a la disidencia. Por supuesto, que ello no constituye ninguna primicia, pero es significativo que una vez más otro ejecutor de esa política lo demuestre. Antes lo hicieron los magistrados tristemente célebres Luis Velásquez Alvaray y Eladio Aponte Aponte.
La declaración de Aponte y la de Nieves evidencian los montajes en los juicios que se le sigue a Rosales y Leopoldo. En el primer caso incluso el principal testigo acusador se retractó ante el tribunal. De tal manera que frente a tales demostraciones no hay razones desde el punto de vista jurídico para que Manuel Rosales y Leopoldo López continúen en prisión. En un régimen donde realmente exista justicia se procedería a la liberación inmediata de ambos dirigentes. Mantenerlo presos es una decisión eminentemente política.
La cúpula oficialista inventó lo de “patriotas cooperantes” para enaltecer la lóbrega y nefaria acción de los sapos. En realidad cualquier grabación insignificante, alguna información vacua e insulsa (con el perdón de un personaje) se la asignaban a un “cooperante” pretendiendo convertirla en prueba, para armar las conocidas tramoyas en connivencia con jueces y fiscales que se prestan para la farsa.
Los cooperantes de verdad, los otros cooperantes declaran que si han acumulado pruebas tangibles, ocuparon relevantes posiciones en estos 15 años, desertan y buscan la protección de organismos en el odiado imperialismo norteamericano. Otra vez el tiro les ha salido por la culata. A los casos ya mencionados se le suman, fuera del ámbito judicial el de Rafael Issea; ex gobernador de Aragua, ex ministro de Finanzas ex presidente del banco del Alba y Leamsy Salazar, quien trabajó en la seguridad del ex presidente Chávez y con el actual Presidente de la Asamblea Nacional.
Además del rechazo y la condena a la conducta del fiscal Nieves, hay una lectura de su más reciente decisión que no puede ser obviada; en los regímenes autoritarios cuando se aproxima la caída, suele suceder que algunos personajes presagian el final y se distancian apresuradamente. La historia está colmada de esos ejemplos.
En el campo de las fuerzas democráticas la atmósfera es distinta, se respira confianza y optimismo, sin dudas hay razones para que así sea. Estamos en la víspera de alcanzar una victoria que puede potenciar el cambio, sin embargo no hay que cruzarse de brazos, no nos cansamos de alertar contra las posturas triunfalistas, ellas no son buenas consejeras.El triunfo hay que labrarlo cotidianamente, los pocos días que faltan no estarán cubiertos de rosas. El adversario no se resigna, para derrotarlo hay que lograr que la mayoría política muy amplia ya conformada, se exprese también electoralmente, ello es posible y necesario para marcar el inicio de un antes y un después en el mes de diciembre. La acción unitaria y el trabajo denodado son nuestra principal alma para comenzar a transitar nuevos trayectos.