Ha zarpado Enrique Tejera París. Inicia su travesía final en el mar eterno. Su ser se hace ahora parte del éter universal del que hablan los estoicos. Porque cuando pienso en su ser, se hace presente un carácter recio. Un carácter recto de vida ejemplar. Un Marco Aurelio, un Séneca, un Marco Tulio Cicerón. Un hombre de fortaleza, que supo reír y sonreír y hasta burlarse de la adversidad.
Zarpa hacia su destino un grande hombre. Un hombre que amó, que vivió su vitalidad desde que nació hasta el último suspiro. Desde su primer viaje, en su primera nave, su pesebre, una cesta de champaña, a sus seis meses la vida ya celebraba mientras surcaba los mares con rumbo a Francia. Allí, un niño con casi tres años, un vaso de vino tinto mezclado con agua, como lo sorprendieron sus padres por llegar más temprano. Por esos días ya mostraba actitud imponente, que devendría en un hombre de temple. Un grande hombre político fue, es y será por siempre, Enrique Tejera París, ¡Qué vida, qué mente! Hombre de familia unida y de valores decentes.
Se trata de un aventurero. Pero no de uno sin rumbo, no uno cualquiera; sino de un aventurero centrado. Un aventurero con rumbo, ¡y qué rumbo le dio a su existencia!, y a quienes le rodean a lo largo de su vasta y épica historia de vitalidad y existencia. Un verdadero avispao´.
Un grande hombre político, con superlativa “p” mayúscula. Un Político. El Político. Un hombre de alma de formato grande, uno que nunca conoció en su actuar el actuar pusilánime. Así como al filósofo Ortega y Gasset cautivó el indomable ser de Mirabeau, y su actividad en la Revolución Francesa, a este venezolano que escribe le cautiva el Enrique Tejera París, este político, hombre de gran familia, maestro insigne.
Un hombre de acción y un hombre de contemplación, Enrique Tejera París fue el equilibrio entre la vita activa y la intelectual. Acción, voluntad y razón. Razón teórica y razón práctica, nada común en un mismo hombre. Enseño Derecho en la escuela. Enseño ética con sus actos y en todos los cargos que con honor ejerció, fiel al mandato como senador, canciller, gobernador, estudiante eterno, agitador, Boy Scout y maestro. Sobre todo maestro. Maestro del buen gobierno, maestro del buen ejemplo, maestro del actuar político responsable y serio. Enrique Tejera nos muestra lo que es ser un ser político.
Irónicos, Enrique Tejera y Sócrates. Agudo pensador y orador de verbo pulido, lúcido, brillante. Ni una palabra de sobra y ni una pausa de menos. Encantador. Un charmer, un gentlemen. Un señor, señor elegante. Alma magnánima de formato muy grande, con su sonrisa cínica y su mirada penetrante, propias de una inteligencia honda.
La vida se mide por las obras y no por su duración, enseñan Santo Tomás y, antes de él, Aristóteles. Pues la vara para medir la vida de Enrique, habremos de mandarla a hacer, porque se trata de un hombre con medidas distintas. Habrá que ensanchar el espacio y el tiempo en nuestra historia, arrimar algunas cosas, abrir lugar y para que quepa tamaña persona.
¡Buen viaje entrañable amigo! Enrique Tejera París. ¡Grande hombre político!
Mario Guillermo Massone