Armando Martini Pietri: Doble moral doble discurso

Armando Martini Pietri: Doble moral doble discurso

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El doble discurso es el lenguaje que deliberadamente oculta o distorsiona el significado real de las palabras, de lo que el proponente realmente piensa. Una cosa entienden algunos, otros tendrán una interpretación diferente, y la realidad, si es que existe, sólo de quien las pronuncia, aunque a veces estos entusiastas oradores terminan enredados ellos mismos. Es palabra típica de cínicos y mentirosos compulsivos, o sea, de falsos políticos, dirigentes y profetas que se rodean de ruido para disimular su falsedad.

Es idioma característico de desvergonzados y embusteros. No plantean lo que los pueblos necesitan sino lo que desean, que ni es lo mismo ni se escribe igual. No es automáticamente exclusividad de políticos. Los líderes de pandillas delincuentes prometen poder, dinero, fama, éxito sexual; los chantajistas, embaucadores, timadores levantan la voz para ofrecer oro y riquezas, brujos, hechiceros y astrólogos aseguran leer destinos establecidos en las estrellas, por cierto, que ni los más sabios astrónomos ni los más avanzados equipos técnicos y electrónicos han podido encontrar.





El doble discurso puede adoptar la forma de eufemismos -por ejemplo, “reducción” de los despidos-, lo que hace la verdad menos desagradable, sin negar su naturaleza. También se podrán utilizar como ambigüedad intencional, o inversión del significado -por muestra, nombrar a un estado de guerra “la paz”-. En tales casos, el doble discurso disfraza la naturaleza de la verdad, produciendo una desviación de la comunicación.

La doble moral es injusta porque viola el principio de justicia y ética conocido como imparcialidad. La imparcialidad es el principio según el cual los mismos criterios se aplican a todas las personas sin preferencia ni favoritismo de ningún tipo por causa o relación alguna.

Para nuestra desgracia en Venezuela parecen normales el doble discurso y la doble moral. Los que más utilizan esta “estrategia” deplorable por lo demás, son algunos políticos. Lo que es lamentable y peligroso para la salud de la sociedad y más aun, para la sanidad democrática y la formación y expectativas del pueblo.

Ha sido demasiado frecuente escuchar declaraciones de algunos autonombrados dirigentes alardeando ser defensores de los derechos humanos, pero con descaro y desvergüenza acompañados de violadores de esos derechos denunciados en tribunales, ante la Corte Internacional Penal de la Haya y otras instancias, así como también hemos podido aguantarnos declaraciones contra la corrupción por personas que alardean de integridad a carta cabal escoltados de asquerosos conocidos y presuntos deshonestos. También las confesiones hipócritas politiqueras de la lucha incansable contra el narcotráfico siendo conocidas sus amistades y financiamiento de muchos de ellos para sus campañas políticas. Conferencian por el mundo sobre injusticias cometidas y de justicias igual para todos, pero defienden y amparan con grosera impunidad a pillos justificando semejante comportamiento con argumentos fútiles y escabrosos. Otros se postulan para cargos políticos y de representación popular con descaro e impudicia. Solicitan y piden confianza pero negocian en nombre de muchos –sin autorización ni representatividad- argumentando convivencia y coexistencia. Insultan y ofenden a placer pero no aceptan ni toleran ser denigrados y agraviados. Sin pudor dicen una cosa hoy y lo contrario al día siguiente.

Abusan del doble discurso y la doble moral y como reza el refranero popular: “no tienen paz con la miseria”. Aquí algunas muestras que demuestran el nivel de deterioro al que hemos llegado: “Defendemos los Derechos Humanos”, “Venezuela es una gran potencia”, “Es mentira que tengamos la mayor inflación del mundo”, “Aquí manda el pueblo”, “Ganaremos la Asamblea para cambiar la política económica”, “Luchamos contra la corrupción”, “Tenemos valores y principios de ética y moral“, “Exportaremos alimentos”…. Y un sin fin interminable de sandeces y estulticias.

Pero necesario es reconocer, con angustia y con vergüenza, que mucha de la fuerza de la doble moral y el doble discurso no se debe a la fortaleza de esas malas prácticas, sino la debilidad facilitadora de una sociedad cómplice que se ha acostumbrado no sólo a aceptar y definir el trato por el mármol de las paredes de sus residencias sino también por el precio y el blindaje de los carros que lucen.

Es una perversión creciente de nuestra sociedad que sería muy largo empezar a analizar donde y
cuándo comenzó pero está ahí fuerte y nauseabunda que nos está llevando a esta alarmante desgracia e infortunio.

Y aún peor, con el constante retroceso de la educación de los venezolanos, no sólo en teorías y prácticas sino en complacencias y actitudes ante la vida, da pánico imaginar hasta donde nos está llevando.

@ArmandoMartini