Tenía 26 años, era francesa, hasta hace poco llevaba pantalones vaqueros y camiseta, salía de fiesta, se maquillaba, bailaba, bebía alcohol y no mostraba el más mínimo interés por el islam… Sin embargo, el pasado miércoles a las 6.30 horas, en un piso inmundo en el centro de la localidad francesa de Saint Denis (a unos 9 kilómetros al norte de París), murió acribillada a tiros junto a otros dos yihadistas en una operación policial relacionada con los atentados que el viernes de la semana pasada sufrió la capital francesa. Así lo reseña elmundo.es
Durante algunas horas Hasna Aitboulahcen, como se llamaba la chica, incluso se ganó un renglón en el libro de la historia como la primera kamikaze yihadista en volarse por los aires en el corazón de Europa. Sin embargo, fuentes de la investigación confirmaron ayer que no se había inmolado 5.000 balas que se gastaron en el tiroteo de siete horas que duró el asalto a Saint Denis.
Sin embargo, y hasta hace sólo ocho meses, Hasna Aitboulahcen era una chica normal y corriente. Sus amigos la llamaban ‘la cowboy’ por su afición a utilizar sombreros vaqueros, a lo John Wayne. Pero cuentan que, tras el atentado en enero pasado en París contra la revista ‘Charlie Hebdo’ y la toma de rehenes en Porte de Vincennes, se quedó fascinada con Hayat Boumeddiene, la pareja de uno de los terroristas (concretamente, de Amedy Coulibaly) y quien, mientras su novio mataba a un policía, aprovechó para escapar a Siria.
A partir de ahí, Hasna Aitboulahcen empezó a flirtear con el fundamentalismo islámico y a llevar el velo. Y a frecuentar a su primo, Abdelhamid Abaaoud, considerado el cerebro de los atentados que sacudieron París de hace una semana. De hecho, Hasna murió con su primo en el tiroteo de Saint Denis, junto a un tercer yihadista que (él sí) se inmoló haciendo detonar los explosivos que llevaba en su chaleco.
“Se pasaba el día criticando todo. Se negaba a aceptar consejos, no quería ser ayudada. Vivía en su mundo. No le interesaba la religión. No le he visto jamás abrir el Corán“, asegura a la prensa su hermano Youssouf, con quien tenía una relación bastante difícil. “Se pasaba todo el tiempo pegada a su teléfono, mirando Facebook o WhatsApp. Yo le pedía que parase, pero no me hacía caso“.
Pero Hasna tenía motivos para estar enfadada con el mundo. “Fue víctima de violencia desde que era muy joven y nunca ha recibido el amor que necesitaba. Hasta la adolescencia era feliz, después comenzó a desbarrar. Empezó a salir con malas compañías, a escaparse de casa“.
Tres semanas antes de los atentados de París se había ido a vivir con una amiga a Drancy, un suburbio del norte de París. Youssouf, como tantas veces, se enfadó con ella. Hasta el miércoles por la mañana. “Encendí la televisión y me entré de que había muerto. Alá la tenga en su gloria”.