Desde que el chavismo se instauró en el poder hace 16 años se ha celebrado una serie de comicios en los que, a pesar del desgaste creciente del modelo político impuesto por el desaparecido Hugo Chávez, la fórmula del socialismo del siglo XXI se ha enquistado en Venezuela. Sin embargo, el próximo domingo los venezolanos nuevamente tendrán la oportunidad de cambiar el torcido rumbo del país en una elecciones parlamentarias.
Gina Montaner | El Mundo (España)
Pero ¿hasta qué punto el electorado verdaderamente tendrá la capacidad de ejercer su voto con libertad y sin intimidaciones? Desafortunadamente, a una semana de la consulta en la urnas el ambiente preelectoral no puede ser más contrario a la posibilidad de que la jornada del 6 de diciembre transcurra con normalidad.
Desde el inicio de la campaña el bloque de la oposición que compone la Mesa de Unidad Democrática (MUD) ha sufrido al menos nueve ataques por parte de grupos violentos. Sin ir más lejos, el pasado 25 de noviembre moría de un disparo el dirigente de Acción Democrática Luis Manuel Díaz en un acto en el que se encontraba a poca distancia Lilian Tintori, esposa del líder opositor Leopoldo López, encarcelado desde hace más de un año.
Tintori ha relatado cómo la sangre le salpicó y ha acusado al gobierno de Nicolás Maduro de movilizar bandas armadas que en los actos de la MUD aparecen con pistolas, martillos y piedras. Según ella, a los sicarios del chavismo no les faltan ganas de matarla. Y es que en estos momentos su menuda figura tiene el nervio imparable de quien cada día se levanta con la misión de hacer justicia por su esposo y el resto de los opositores que sufren presidio político.
Con encuestas que le dan a la oposición una ventaja de entre 20 y 30 puntos, y con el 82% de los venezolanos descontento con la gestión de Maduro, la consigna es la de infundir el terror. Pero no sólo el desasosiego recorre las calles del país personificado en temibles esbirros. También persiste el fantasma del fraude en las mesas electorales. Si algo ha caracterizado al chavismo es que todo vale con tal de retener el poder y la prebendas políticas de un sistema corrupto y presuntamente vinculado a la multinacional del narcotráfico.
Es lógico el pesimismo de los venezolanos que temen una nueva treta del Gobierno para perpetuarse en el poder. No puede ser de otra manera cuando el propio Maduro ha dicho que están “preparados militarmente” para asumir una eventual derrota. Es la sombra ominosa del golpe, el pucherazo, los “gorilas” sembrando el pánico. El trágico suceso del pasado 25 de noviembre fue el ensayo general de lo que podría venir. Una perversa muestra del músculo chavista para reventar la esperanza del cambio.
Los organismos internacionales no han tardado en denunciar los desmanes del oficialismo. Desde el Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU al Secretario General de la OEA, han exigido que se garantice la integridad de los opositores y se investigue el asesinato de Díaz. La propia oposición ha pedido la presencia de observadores internacionales el día de las elecciones. No obstante, Maduro y su plana mayor, encabezada por el Presidente de la Asamblea NacionalDiosdado Cabello, responden con más amenazas. Se trata de la impronta envenenada que dejó Chávez, maestro del descalificativo y el matonismo. Su sucesor aprendió de él los modos despóticos del gobernante que desafía el sentido común y niega el desastre populista.
Cuando el próximo domingo los venezolanos acudan a las urnas lo harán en medio de un panorama desolador: el país está sumido en una grave crisis económica y la gente acude a los desabastecidos mercados gubernamentales al grito de “queremos comida”. Las pruebas que tiene Estados Unidos contra un Gobierno manejado por ‘narcogenerales’ son cada vez más contundentes. No sólo lo material escasea. También el preciado bien de las libertades civiles desaparece aceleradamente. Los venezolanos se juegan su futuro contra la fuerza del miedo.