Armando Martini Pietri: ¿Y ahora qué?

Armando Martini Pietri: ¿Y ahora qué?

Con las discusiones habituales, la oposición reunida en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), ganó las elecciones parlamentarias de este 6 de diciembre. Se esperaba, aunque también sorprende –y da qué pensar- el muy elevado número de participación del 74%, cifra record para unas elecciones parlamentarias. La Asamblea Nacional esta a partir del 5 de enero 2016 compuesta por -al menos- 99 diputados representantes de la MUD y 46 que forman parte del PSUV. En el momento de escribir este artículo estamos en el período de los rumores, acusaciones, chismes, reclamos y quedan por definir 22 curules.

Lo que cuenta, sin embargo, es la derrota del chavismo, vale decir, la consagración del fracaso del Gobierno. Maduro pierde votos por millones, casi un millón cuando pidió ser electo Presidente, un millón o más cuando solicita votos para los candidatos chavistas a diputados a la Asamblea Nacional.

Más que culpa de los candidatos del chavismo –PSUV + Polo Patriótico- y mérito de la oposición amontonada en la MUD como en unos cuantos grupos opuestos en mas o en menos al Gobierno de Maduro y del chavismo deshilachado pero aún fuerte, la victoria de la oposición debe atribuirse a la torpeza, graves errores y carencias del Gobierno de Nicolás Maduro. Quien reconoció la derrota atribuyéndole la culpa del revés a la “guerra económica”, manifestando: “en Venezuela no ha triunfado la oposición. En Venezuela circunstancialmente el día de hoy, ha triunfado una contrarrevolución”.

Es mucho más que un cambio de actitudes, es un fenómeno de usar el voto para dejarle muy claro al Gobierno y al chavismo la elevada molestia, el hartazgo de la población por las fallas y la incapacidad de uno de los peores gobiernos que ha tenido el país desde tiempos de Gómez, una administración que, con la guía de dirigentes como Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y el resto del funcionariado madurista, buena parte heredado del Gobierno Chávez que no se caracterizó precisamente por su eficiencia administrativa.

Ahora llegó la hora de las discusiones con otro criterio, del diálogo con objetivos, de agilizar las posiciones. Estas elecciones significan el capítulo final de la MUD e impulsarán la reconquista de protagonismos de los partidos políticos en base a sus propias fuerzas, ideologías y capacidad para captar voluntades y entusiasmos. Es decir, un regreso al realismo político y una eventual distensión de la polarización. Lo que es magnífico para la salud democrática del país.

El chavismo más que lamer sus heridas, debería entrar en un proceso de revisión a fondo de su realidad, de su ideología, de sus objetivos de poder que, a la luz de esta nueva situación, deberían ser examinados y eventualmente rediseñados en detalle.

Anoche, antes de la primera declaración oficial del CNE, la MUD (Jesús Torrealba, para ser precisos) hablaba de una diferencia aproximada de millón y medio de votos (15 %) a favor de la Unidad, y esos son muchos votos. Si Nicolás Maduro comenzó su Presidencia formal con la pérdida de unos 800.000 votos respecto a la última votación que consiguió aquél Hugo Chávez ya gravemente enfermo; es decir, 800.000 chavistas no consideraron a Nicolás Maduro un digno y confiable sucesor. Si es cierta la afirmación de Torrealba sobre una victoria de la Unidad con millón y medio de votos de ventaja, ésa es una humillante derrota para Maduro y su equipo. Hay responsabilidades para el chavismo como movimiento político, además gobernante en los últimos 16 años; pero los chavistas podrían argumentar que ellos sólo cumplen órdenes.

El oficialismo tiene la oportunidad de hacer cambios, cambios que son fundamentales tanto en lo económico como en lo social y la seguridad, pero además en la actitud del Estado frente al pueblo, terminar con los ocultamientos y los disimulos, sincerar la República y entender que la democracia no es sólo un concepto para los venezolanos sino una convicción y, aún más, un instinto.

Este domingo 6 de diciembre se demostró ese instinto con espléndida claridad, y el chavismo y el Presidente Nicolás Maduro deberían tenerlo muy en cuenta. Reflexionar es recomendable.

Lo cierto es que hoy 7D es un día de alegría y esperanza para el país y sus ciudadanos. Hay que saber comprender, entender el mensaje que envió el pueblo; el país quiere paz, bienestar y no desea mas confrontación, exclusión y descalificaciones groseras. La verdad se impone en el lenguaje político. El reencuentro con valores y principios éticos morales que una vez compartíamos, es vital para la vida y buenas costumbres ciudadanas.

Venezuela merece mejor y tendrá mejor

@ArmandoMartini

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