El monte Koya esconde un refugio único alejado de la bulliciosa vida moderna de Japón. Fundado como destino de peregrinación hace ahora 1.200 años, cada vez más turistas se acercan a este paraje natural en busca de una experiencia nueva. María Roldán/ EFE
Aprovechando la celebración de su aniversario este año, el gobierno de Wakayama, la prefectura de la región centro-sur del país asiático donde se alza la montaña, ha intensificado las actividades de promoción de Koyasan, como lo denominan los japoneses.
Situado a 800 metros de altura en los selváticos montes Kii, en cuyo territorio también se encuentran la insigne ruta del Kumano Kodo (el equivalente nipón al Camino de Santiago), Koyasan es un lugar en el que el ritmo de vida lo marcan los monjes con sus rezos.
El lugar fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la Unesco hace más de 10 años, y recibe la visita de unos 15 millones de personas anualmente, que viajan durante horas para llegar a este paraje fuera del alcance de los sofisticados trenes bala nipones.
Uno de los aspectos más atrayentes de esta recóndita montaña, además de sus bucólicas rutas de senderismo, es pernoctar en uno de los 52 templos budistas -de los 117 que siguen en funcionamiento actualmente- que ofrecen esta posibilidad.
Estos lugares de recogimiento abrieron sus puertas tiempo atrás a los peregrinos, dado que no existía otro lugar en el que alojarse.
Desde entonces, permanecen a disposición de devotos y curiosos, que se levantan y acuestan con mantras budistas, y comparten con los monjes sus víveres, compuestos en su mayoría por verduras, productos de la tierra fértil, y un exquisito tofu de sésamo.
Aunque la mayor parte de los turistas que viajan hasta Koyasan son japoneses (218.352 visitantes hicieron noche allí en 2014), cada vez son más los viajeros extranjeros que se aventuran en esta tierra en comunión con la naturaleza.
Un total de 54.511 turistas extranjeros se alojaron en Koyasan en 2014, según estadísticas del Gobierno de Wakayama, lo que supone un aumento del 5,2 por ciento con respecto al año pasado.
Este incremento viene motivado en gran medida “por la gran ayuda que presta internet a la promoción de Koyasan”, opina el gobernador de Wakayama, Yoshinobu Nisaka.
Para Nisaka la gran diferencia entre Koyasan y otras ciudades turísticas de Japón es que aquí “es necesario andar, disfrutando” para recorrer cada uno de sus rincones.
Fundado en el año 816 por el monje budista Kukai (conocido con el nombre póstumo de Kobo Daishi) -que obtuvo el permiso para utilizar los terrenos un año antes-, Koyasan fue erigido como un lugar de retiro y entrenamiento en el que los monjes pudieran meditar lejos de las distracciones de la entonces capital, Kioto.
Una de las construcciones más icónicas del lugar es una pagoda roja de 48,5 metros de altura erigida como símbolo del centro principal de entrenamiento de los monjes.
En su interior se encuentra un enorme Buda Vairocana dorado rodeado de otras imágenes, flores de vivos colores y pinturas. Fue en esta figura en la que Kukai centró la doctrina esotérica que trajo desde China, explica el monje Ryusho Soeda, director del templo principal Kongobu y cabeza visible de Koyasan.
Es en este templo donde originalmente vivía el heredero de Kukai, y en su interior se encuentra el jardín de rocas más grande del país asiático, de 2.349 metros cuadrados, el jardín Banryutei.
Pero sin duda, el lugar más solemne de Koyasan es el camino que llega hasta el “Okunoin”, el santuario interior, donde Kukai “sigue meditando en su interior, a pesar de su muerte”, apostilla Soeda.
Es por ello que cada día los monjes que habitan el lugar le ofrecen dos comidas acompañadas de mantras para velar su meditación.
El camino que conduce al “Okunoin”, que consta de unos dos kilómetros desde la entrada hasta el templo, es además el cementerio más grande de Japón, en el que se alzan cedros milenarios y más de 200.000 sepulcros y lápidas en su descanso eterno. EFE