“Seremos como los que sueñan.
Entonces nuestra boca se llenará de risa,
Y nuestra lengua de alabanza;
Entonces dirán entre las naciones:
Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos.
Estaremos alegres.
Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán”.
Pensé que ese era un salmo muy apropiado para la Venezuela que se preparaba ese día para votar en contra de una pesadilla. Y le pedí al Dios de los justos que ese salmo resultase profético. Como en efecto resultó. Un pueblo que tenía 16 años sembrando lágrimas ese día pudo cosechar alegrías. Estuvimos alegres. Y en muchas naciones se maravillaron de lo que Jehová había hecho ese día a través de nuestro pueblo.
Ha sido un logro inmenso pero, a los siete días de esa gesta, nuestra alegría se ha atemperado un tanto debido a la reacción de los perdedores. Por muchos años hemos venido diciendo que una característica de la élite “revolucionaria” que ha manejado al país en lo que va de siglo es su falta de grandeza. Una revolución es algo muy serio para ser manejada por gente pequeña, por gente mezquina. La manera como los líderes del régimen han reaccionado ante lo sucedido el domingo es clara señal de esa pequeñez y mezquindad. Maduro ha dicho cosas tan horrendas como esta: “Como no votaron por mí no haré más casas”.
Cabello ha dicho que “su” Asamblea Nacional, moribunda y sin la legitimidad que le conferiría el pueblo, procederá a atornillar en el Tribunal Supremo de Justicia a un grupo de hampones que neutralicen la acción de la nueva Asamblea elegida por el pueblo. Chaderton se ha quejado del “ventajismo” de la oposición. Mario Silva pide una investigación del “fraude” electoral. Un tal Jesús Silva sugiere a Maduro disolver la nueva Asamblea Nacional. Uno de sus “intelectuales”, Roberto Hernández Montoya dice: “aún no nos amenazan de muerte, al menos explícitamente, porque no tienen ejército… Hay un carnicero preso (Leopoldo López), pero me pregunto cuánto personal matarife tienen en reserva”. Otro de sus “intelectuales, Luis Britto García, se queja: “Continuarán subiendo los precios hasta hacerlos incosteables, acaparando, desapareciendo bienes, especulando. Oportunas leyes anularán las prestaciones sociales de los trabajadores, consagrarán los despidos a capricho.. dispondrán el fin de las Misiones.. devolverán la libertad a terroristas, corruptos, sicarios, delincuentes bancarios y paramilitares…”. Britto García le pide a Maduro algo increíble: “terminar con la impunidad de corruptos, acaparadores, especuladores y contrabandistas de extracción, sancionándolos en forma ejemplar e implacable”. Le pide al corrupto que se ponga, él mismo, una chaqueta de fuerza y un par de esposas, algo que ya Ana Luisa Osorio y Jorge Giordani también piden, aunque años muy tarde.
La reacción de los perdedores revela terquedad para aceptar la derrota. Hacen una enumeración de razones que – asombrosamente – no reconocen como originadas por la acción del régimen mismo: inseguridad, inflación, escasez, abuso de poder, odios, arrogancia, ventajismo electoral, desprecio por los derechos humanos. Todo esto se lo achacan a la oposición. Por todo ello su postura actual no es una de rectificación sino una que los lleva a pedir una reafirmación de lo que ellos llaman revolución. Maduro prepara sus diezmadas huestes para una batalla decisiva en contra de la “contra-revolución”. De nada vale que Héctor Navarro, Sancho de circunstancia, le diga al anti-quijote que es Maduro que no se le ocurra embestir molinos de viento, sobre todo después de la paliza que recibió a manos del pueblo. Ahora, dice, Maduro, usaré la fuerza comunal, la unión cívico-militar, ahora vienen las acciones de revancha de instituciones que aún le son fieles, como los actuales poderes judicial y ciudadano. Chilla: No pasará la derecha, como si el 6D el voto hubiera sido solo de la derecha y no – como fue – de la derecha, izquierda, norte, sur, este y oeste.
Lo que vendrá ahora es una confrontación entre un grupo que se niega a desconocer la voluntad del pueblo y un pueblo que ha dado un avasallante mandato a la nueva Asamblea Nacional para que trate de poner orden en este caos que es Venezuela. Esta tarea es difícil y llena de imponderables porque ya puede verse que el régimen no rectificará su rumbo, azuzado por el Castrismo y por una minoría doméstica que, al perder el poder, se convertirá en criminales comunes: los narcotraficantes, los ladrones, los abusadores y los violadores de los derechos humanos. Esa pandilla, liderada por Maduro y Cabello, es la que se resiste a reconocer el mandato del pueblo, porque es la que tiene mucho que perder.
Esta confrontación demorará la implantación de la democracia y de la libertad plenas en Venezuela y acentuará aún más la ruina del país. La Asamblea Nacional deberá hacer su trabajo dentro de la Constitución y consciente del mandato recibido. Se dice que habrá que establecer prioridades pero pienso que la gran prioridad debe ser tratar de corregir todos los entuertos posibles sin concentrarse en uno o dos y poner los otros en la congeladora. En un país en ruinas hay muchas prioridades que requieren de atención. Ya existe una oferta legislativa de la oposición que cubre bastante terreno. Ojalá pueda recibir la AN la ayuda de muchos ciudadanos (y ojalá pida ayuda de esos muchos venezolanos). En especial, la oferta legislativa que he visto tiene poco sobre la industria petrolera, excepto una interpelación sobre producción petrolera para el presidente actual de la empresa. Se necesita mucho más que eso, ya.
La tarea que espera a los venezolanos es ardua y llena de peligros, incluyendo el riesgo de la violencia. Por lo que parece haber sucedido el 6D hay un sector de la Fuerza Armada decidido a que prevalezca la constitución, la ley, la sensatez, la grandeza por sobre la pequeñez. Los días que vienen pondrán esa intención a toda prueba.