Ciertamente, los lobos aúllan para intimidar; por ello, siempre hemos de estar alerta ante su hambre. Pues, esta intencionada forma de proceder, es lo que rechaza el pueblo venezolano, porque lo ha experimentado, sobre su propia humanidad. ¿Acaso, estos preceptos no escapan aún de la boca de algunos voceros del Socialismo del siglo XXI? Cuántas veces no hemos escuchado: “Al pueblo hay que mantenerlo ocupado, aunque sea buscando comida.”, “No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarlas a la clase media y que aspiren ser escuálidos.” O, “No aceptaré una Ley de Amnistía.” De tal manera, estos señores, que intentan quebrar la dignidad de los venezolanos y arruinan al país, ¿acaso, al igual que Fidel Castro, lo único que logran, no es destrozar la imagen del mismo socialismo en el continente?
Y, como este tramo actual de la política venezolana trata de victorias y derrotas, podemos decir, que toda derrota será mucho más dolorosa y limitante si no se sabe asimilar. Será didáctica, si se recoge con inteligencia las causas que la originaron para rectificar y reorientar, hasta encontrar la trayectoria ideal, y así, tomar impulso hasta hallar la victoria. En política, las derrotas o las victorias, han de administrarse sin demora, con justicia, sin excesos ni revanchismos. Esta lección, por décadas, seguramente ha curtido al sentido político de la oposición; en consecuencia, desde ya, debería marcar ponderación y cautela para no caer en la provocación y las trampas conflictivas esgrimidas por el actual Poder Ejecutivo.
Por otro lado, el ciudadano presidente de la República Nicolás Maduro, debería darse cuenta, que la Constitución Nacional es también para él. Que él, como Jefe de Estado, está obligado a obedecerla y acatarla. Por persuasión o por las leyes, ha de entender que el poder no es monopolio del Poder Ejecutivo ni de su partido. Porque, ningún pretexto puede defenestrar, por equívocos o imprudencia, al determinante triunfo que el pueblo se dio, en las recientes elecciones parlamentarias.
La fuerza política y electoral de la oposición (MUD), ciertamente, abrió un boquete a la pretendida sociedad cerrada impuesta por el castro-chavismo-madurismo. De seguro, y no vanamente, el pueblo entrega el Poder Legislativo a la oposición para eliminar excesos y exclusiones. El mensaje contundente y esclarecedor, del pasado 6-D, es para constituir las bases legales de una auténtica sociedad abierta, progresista y democrática que dé al pueblo paz y bienestar social. 7 millones 707 mil 422 votos consolidó la fuerza legislativa de 112 parlamentarios de la oposición. Por tal motivo, la voluntad de las mayorías, no puede banalizarse como circunstancial o de negarlo, como lo hacen los agentes tarifados. Y, 5 millones 599 mil 025 votos, dieron 55 diputados a los partidos del gobierno, que también han de ser tomados en cuenta con respeto y como bien lo merece un parlamentario. Todos son elegidos por el pueblo, para que sean legisladores de toda la gente, de todo el país y no de parcialidades. Y todo, para que nunca se fundamente el mundo distópico, que profilácticamente, advierte George Orwell en sus obras.
De este triunfo, se desprenden claras oportunidades para alcanzar los logros que exigen la realidad política y la diversidad de las multitudes. Venezuela necesita el reino de la sensatez fundada en la imparcialidad política. Esta será la fortaleza más importante que pueda exhibir gobierno alguno, porque abre oportunidades al país, funda desarrollo e inversión en los factores de producción, enseña justicia al pueblo, lo carga de mensajes positivos y abiertos, hasta alcanzar a reducir, al mínimo, el atropello, la segregación y la miseria.
Quien festeja la victoria, ha de recordar, a las estremecedoras enseñanzas que le dieron las derrotas y las dificultades encontradas en la trayectoria que lo condujeron al triunfo. La oposición democrática no puede caer en la ceguera de la parcialidad política, de la intolerancia y de las prácticas del Socialismo del siglo XXI, que siempre colocó al otro como enemigo, sin darle el ápice de ser digno adversario. El triunfo no es para ensañarse en venganza, ni creer que con frases temerarias y revanchismos solucionen problemas. Que la obediencia, lo reiteramos, jamás sea por humillación. Que la persuasión y la imparcialidad política conduzcan hacia las libertades políticas, sociales y económicas.
Víctor Vielma Molina/Educador/víctormvielmam@gmail.com