En la casa de Javier Luna no hay espacio para Papá Noel porque todo el protagonismo navideño se lo llevan las más de veinte mil figuras de nacimientos hechos a mano que colecciona desde hace unos cuarenta años.
EFE
Luna expone hasta el 15 de enero en el Palacio de Justicia de Lima la muestra “Nacimientos de Perú y el mundo”, compuesta por 200 pesebres hechos a mano en Argentina, Colombia, Ghana, Estados Unidos, Guatemala, Rusia, Portugal o Italia.
“El nacimiento peruano es una costumbre que cada vez está mas en desuso por el avance de Papá Noel“, asegura a Efe este “celoso guardián de la tradición” que intenta que la costumbre de belenes se mantenga porque es “esencial” para la fiesta de la Navidad.
Todo empezó “sin pensarlo”, afirma Luna, que con veinte años adquirió en Cuzco (en el sur del país) una representación del belén atraído por su manufactura artesanal y porque iba firmado por Arcadio Choque, un artesano creador de figuras religiosas del distrito de Pucara en la región de Puno (también en el sur).
A partir de ese momento se propuso tener un nacimiento de cada región peruana: representar la selva, la costa y la sierra en sus pesebres hasta que su colección abrió sus fronteras más allá de Perú por los viajes que hacía mientras trabajaba en el ministerio de Cultura.
Para que los belenes formen parte de su repertorio deben cumplir una serie de condiciones: estar hechos a mano, tener características del lugar donde fue creado e incluso llevar vestimentas típicas.
En el de la selva peruana la virgen María, san José y el niño Jesús tienen los rasgos faciales propios de la zona y están rodeados de palmeras y aves tropicales.
El muestrario de Luna tiene pesebres de todos los continentes aunque él asegura que no es el mayor coleccionista del mundo, ni quiere serlo y que “no está detrás de un récord” sino que busca “demostrar que este tema maravilloso del nacimiento se da en todo el mundo”.
Estas manifestaciones son “verdaderas obras de arte que recogen la tradición que nació hace más de ocho siglos con Francisco de Asís y llegó en el siglo XVI a Perú”, según recuerda Luna, que lamenta que ahora esta disciplina esté “en extinción”.
En este surtido, el 60 por ciento de pesebres son peruanos y el 40 por ciento del resto del mundo, aunque reconoce un sentimiento especial hacia los que están hechos en Perú, porque “son maravillosos” comparados con los otros.
Luna destaca el “sincretismo” de un pesebre que se “fusiona” con las religiones precolombinas, donde se dota a la virgen María con la categoría de “Pachamama” o “Madre Tierra”.
La iconografía de cada representación revela rasgos de cada cultura, como en el caso del nacimiento chino con la virgen y el niño Jesús rodeados de dragones, el filipino donde los reyes magos van montados en cebúes o el del estado de Alaska (EEUU), en el que la virgen María y san José van vestidos de esquimales y el refugio es un iglú.
Los materiales varían, “desde el oro hasta el barro”, dice Luna, que destaca uno de Guatemala hecho de las pancas que protegen la mazorca del maíz, primero desecadas y después talladas.
Luna dice que es “muy difícil” escoger un nacimiento favorito, pero sí resalta el más antiguo de su colección, que guarda en su domicilio y data de 1537.
Para Luna, la navidad significa “familia, tradición, evocación y reencuentro”, define esta época como “un renacer” y espera que los niños “guarden hasta donde puedan esta tradición” en referencia a la del Niño Jesús y los Reyes Magos.