En la cima de unas escalinatas circulares en una casa al borde de la playa en La Habana, Camila López Rivas se acuesta en el suelo de baldosas, y sonríe con picardía ante una cámara de vídeo que la filma y hace círculos sobre su cabeza.
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Alrededor de ella aparecen retazos de su vestido azul de tafetán, el primero de los nueve trajes en los que la niña de 14 años va a posar y que incluyen desde vestidos de boda a un bikini verde neón.
Camila vive en Miami. Es hija de un conductor de camión que salió de Cuba cuando ella estaba de brazos. No recuerda nada de la isla pero quería volver a tomarse las fotografías y los vídeos que las niñas de Latinoamérica normalmente se hacen cuando cumplen 15 años.
“Me fui muy niña”, dijo Camila durante una pausa en la sesión de grabación. “Pero soy de aquí”.
Los viajes Miami-La Habana se han vuelto frecuentes para las jóvenes que ahora quieren celebrar sus quince años en Cuba pues no sólo les resulta atractivo sino también económico. Una serie de recientes reformas al modelo cubano permitieron la aparición de algunas empresas privadas, lo que sumado al restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos han impulsado la creación de estudios fotográficos o de empresas de planeación de eventos que ofrecen toda una serie de servicios a las adolescentes.
Las intricadas redes que conectan a los cubanos de Miami y La Habana alimentan este emprendimiento: Camila se enteró de la existencia de Marbella Estudios, a quienes finalmente contrató, por otra niña que vive en la Florida a la que le hicieron las fotos de quinceañera.
Enclavada en una casa de estilo Art Decó en el poblado de Guanabo, a unos 30 minutos en coche desde La Habana, Marbella Estudios actualmente tiene 12 empleados entre fotógrafos, estilistas y camarógrafos. Ofrece más de 500 vestidos diferentes y tres vestuarios para que las niñas se cambien. Ah, y también tienen un calendario lleno de citas. Su propietaria, Sara Medina Vigor, dice que cerca del 60% de las casi 500 niñas a quienes se les hace un estudio de fotografía provienen de otros países, y que julio y diciembre son los meses de temporada alta.
La fiesta de quince o las quinceañeras, como se le conoce en la región al festejo que celebra el paso de niña a mujer, tiene una tradición centenaria en América Latina. En algunos países, como México o Colombia, lo principal es la celebración de una fiesta con padrinos, edecanes, un enorme pastel (a veces incluye un paseo en limusina), brindis y el baile de un vals con el padre. Pero en Cuba, las fotografías son lo más importante.
Las primeras evidencias de la aparición de estos negocios encargados de documentar el tradicional festejo, aparecieron en las puertas de los descascarados edificios de La Habana. También abundan anuncios en páginas web como Revolico.com, una especie de ‘Craigslist’ del submundo cubano. Muchos de estos estudios son manejados por ex profesionales estatales que compraron cámaras con la ayuda de sus parientes estadounidenses y que vieron que la toma de fotografías era mucho más rentable que un salario mensual de $20, que es el promedio que paga el gobierno.
Alberto González, propietario del estudio fotográfico Aladino, dijo que durante el verano pasado la clientela provenía tanto de Cuba como del extranjero, en igual medida. “Se ha mejorado ahora con las relaciones entre EEUU y Cuba”, dice González. “Este año vinieron más que otros años”.
El mercado del lado cubano lo nutren, principalmente, las hijas de quienes trabajan en sectores emergentes de la economía y que hacen parte de un incipiente sector privado. Con la actualización del modelo económico, muchas familias ahora tienen un dinerito extra para gastar en las fiestas de quinceañeras.
Entre ellas está Dachely Silva, de 14 años, que se hizo su estudio fotográfico en Aladino. Hace poco, sentada frente de un espejo con monturas doradas, un maquillista le retocó las pestañas con rímel. Entre tanto su madre, Mayelin Alfonso, decía que para celebrar sus quince se hizo un estudio fotográfico sólo luciendo un vestido.
Su marido transporta turistas en un automóvil clásico estadounidense recién restaurado. “Si su papá no fuera cuentapropista no lo podríamos hacer”, dijo Alfonso.
En la mayoría de los estudios, el paquete básico cuesta 150 dólares e incluye peluqueros y maquillistas profesionales, un telón de fondo con una imagen de La Habana y el vestuario, una ganga comparado con los $1.000 dólares que cuesta en Estados Unidos.
Las fotos de quinceañeras del pasado normalmente mostraban a niñas vestidas en vestidos largos y pomposos y con coronas en su cabeza. Pero ahora en muchos estudios de La Habana, se ofrecen fotos estilo punk con trajes cortos y tenis o niñas luciendo minifaldas con tacones altos. Las niñas también posan en bikinis, con boas y se hacen fotos que muchos considerarían atrevidas.
Algunas niñas también hacen sus fiestas en Cuba. Hace algunas semanas, una decena de adolescentes se dio cita en un renovado salón de fiestas de un edificio colonial reparado, donde una mujer residente en Estados Unidos ofrecía la fiesta de quince a su hermanita.
Una de las invitadas, María Fernández, de 14 años y oriunda de La Habana, dijo que era “muy emocionante” ver que sus amigos regresan a la isla para la celebración. “Tienen las amistades y toda una vida aquí”.
Daniela Santos Torres, de 14 años, salió de Cuba cuando tenía tres y regresó en diciembre para hacerse su estudio fotográfico y su fiesta. Ahora vive en Glendale, Arizona, donde su padre tiene un negocio de remodelación de casas. Regresar a Cuba para celebrar sus 15 años “es un sueño”, dijo. El viaje le permitió, además, volver a ver a su familia y a sus amigos.
Aunque muchos cubano-americanos que dejaron la isla poco después del triunfo de la revolución en 1959 son reacios a volver al país, quiénes principalmente se fueron en la última década por razones económicas no dudan en volver.
“Los inmigrantes recientes tienden a apoyar el establecimiento de todo tipo de contactos con Cuba, incluyendo la restauración de relaciones diplomáticas, el levantamiento del embargo, que permitiría que todos los estadounidenses pudieran ir a Cuba, y la inversión en el incipiente sector privado de la economía de la isla”, dijo Jorge Duany, Director del Cuba Research Institute de Florida International University.
La sesión fotográfica de ocho horas de Camila terminó con el rodaje de un vídeo en la playa. En febrero, regresará para celebrar su fiesta en el Hotel Meliá Cohiba, cerca de Malecón.
“Cuba está de moda”, dijo su padre Eliécer López Rufin. “Todo el mundo quiere venir a hacer su fiesta acá”.