Todo o nada por dos kilos de harina de maíz. El sol fue testigo de las seis horas de cola que hizo Virgilia Aponte. Su mejor aliada: su sombrilla. A las 7:00 a.m. llegó y se paró al final de la cola en las afueras de un supermercado en San Diego.
Por Dayrí Blanco/El Carabobeño
Más de mil personas ya estaban en el sitio. “Primera vez que hay tanta gente. Es la fila más larga que me ha tocado hacer”, expresó la señora de 58 años, quien decidió quedarse porque en principio los clientes salían con dos kilos de leche, dos de arroz y cuatro de harina de maíz. Cuando su turno llegó la oferta ya se había reducido.
Desde hace un mes no había logrado comprar alimentos a precio regulado. Y las seis horas que estuvo parada hidratándose con dos helados y un té frío comprados a buhoneros del lugar, se tradujeron en las arepas del desayuno de una semana de las seis personas que viven en su casa. Solo eso.
Unos metros más adelante en la cola estaba Luis Vilera, quien decidió la mañana del viernes salir de su residencia en Puerto Cabello. “Donde vivo no hay nada. Hace semanas que no venden alimentos”. Él logró comprar cuatro kilos de harina y dos de arroz. Cuando entró al establecimiento, a las 11:00 a.m., la leche se había acabado un par de horas antes.
Omaira Luján estaba cansada. Sentada en la acera dejó claro que prefería esperar bajo sol que pagar a sobreprecio a los revendedores de su comunidad en Flor Amarillo. “Los bachaqueros venden un paquete de harina hasta en 400 bolívares, yo no voy a contribuir con ese tipo de corrupción”.
En los abastos Bicentenario también hubo cola y venta por terminal de cédula.
En el ubicado en El Trigal por dos champús, cuatro rollos de papel higiénico, dos bolsas de detergente en polvo y dos kilos de harina de maíz. En el de la avenida Bolívar por medio cartón de huevos, dos paquetes de toallas sanitarias y dos kilos de harina de maíz. Allí también daban el todo o nada para no irse con las manos vacías.