Una vez conocido el cambio de gabinete del presidente Maduro, salvo el batacazo de Aristóbulo Istúriz como Vicepresidente Ejecutivo lo demás resulta más de lo mismo con alguna que otra pequeña diferencia. A veces peor de lo mismo. Las expectativas de rectificación se disipan y desvanecen. Todo el mundo comprendió que de la mano de Nicolás Maduro y su nuevo equipo la economía no va a cambiar. Sólo queda ahora la expectativa política vía poder legislativo, incluso con las estampidas del oficialismo cada vez que algo no les gusta.
En la Asamblea Nacional la juramentación de los diputados de Amazonas generó la ira y desconocimiento de la bancada parlamentaria del PSUV, quienes profirieron todo tipo de amenazas de que el Ejecutivo no enviará recursos presupuestarios a la Asamblea, ni se publicarían las leyes en Gaceta Oficial. Cabello, Carreño y otros parlamentarios rojos acudieron al Tribunal Supremo de Justicia para demandar el presunto desacato por parte de la Directiva que preside con peculiar y veterano estilo Henry Ramos Allup, quien, aunque a algunos pueda parecerles, no es hombre de dar puntadas a lo loco.
Pero en general la confrontación, la guerra, el enfrentamiento entre poderes ha sido la única respuesta del Gobierno a los aplastantes resultados electorales y se expone como un hecho irreversible. Estaba advertido. El conflicto de poderes en Venezuela era un suceso previsible. Y ya se encuentra en pleno desarrollo. Las declaraciones de lado y lado parecen no tener freno y el volumen y altisonancia aumentan cada vez más. Lo imaginamos, lo percibimos, hasta en alguna ocasión lo dijimos y escribimos, pero nunca sospechamos que sería tan rápido, impulsivo y mutuamente irrespetuoso.
Entre las situaciones más reveladoras está que aunque el diputado Héctor Rodríguez se mueve, se agita, reclama, fastidia a la directiva asambleísta buscando aprender a hacer su trabajo de líder de la fracción parlamentaria patriotera, el verdadero jefe es el todavía desconcertado y siempre deliberadamente agresivo Diosdado Cabello, acompañado de la “primera combatiente”, tan despistada que asegura públicamente que el polo patrioterismo ganó “el primer round” –el término boxístico es de ella.
Desde otra perspectiva habría que pensar que una fracción parlamentaria con tres jefes corre un alto riesgo de convertirse en simplemente incompetente, lo cual, sumado a su clara minoría la convierte en cero a la izquierda; ruidosa, pero cero. Basta ver la ridícula decisión chavista de no formar parte de ninguna de las comisiones parlamentarias, con lo cual no sabotean la integración de estos grupos de trabajo pero en cambio se aíslan de toda participación en gestiones y propuestas que interesan a todos los ciudadanos.
Lo sorprendente es que, frente a tan angustiosa perspectiva, el Gobierno se muestra absurdamente irreflexivo en el campo político; como en la maraña económica que es su responsabilidad.
Regresando a la cuestión del nuevo gabinete, hay que reconocer que la designación del ya ex gobernador de Anzoátegui es buena para Maduro. Aristóbulo baja los decibeles, conoce, tiene relación personal y hasta de amistad con al menos la mitad de los diputados de la unidad y eso lo convierte en representante válido y conveniente para negociar y dialogar. Es decir con confrontación o sin ella Aristóbulo es útil al gobierno para el apaciguamiento político, lo cual redunda en beneficio para el país hambriento, molesto e impaciente. ¿Podrá ser el nombramiento de Istúriz un mensaje de Maduro a la oposición? Al menos en declaraciones públicas Henry Ramos Allup y Julio Borges manifestaron su simpatía por el nombramiento de quien fue un muy movido diputado al Congreso Nacional, Alcalde de Caracas y Ministro de Educación. Los adecos parecen estar multiplicándose, después de todo fue en ese partido donde Aristóbulo echó los primeros dientes políticos.
No vamos a referirnos a los defectos y virtudes de cada ministro; no vale la pena, pero la selección nos señala un Nicolás Maduro en otro mundo, y que dentro del PSUV parece que no sólo no hay expertos suficientes, sino tampoco hombres y mujeres de confianza para la cúpula. Con alguna excepción, se mantiene el fracasado estilo de cambiar funcionarios para que nada cambie.
Los ciudadanos estamos pendientes e interesados en cómo solventar la crisis económica y social, y por ello sólo haremos referencia al nuevo y desconcertante Ministro de Economía Luis Salas Rodríguez, pero no sin antes recordar que el nuevo Vicepresidente Ejecutivo tiene su peculiar criterio económico, como lo expresara en aquella sesión solemne de julio pasado en la propia Asamblea: “el control de cambio en Venezuela no es una medida económica: el control de cambio en Venezuela mis queridos compatriotas escuálidos, es una medida política. Porque si nosotros quitamos el control de cambio, ustedes sacan los dólares y nos tumban”. Convicción que no sólo indica un temor, sino también el mismo descontrol del régimen chavista.
Lo que más llama la atención es la selección del nuevo equipo económico, que pareciera indicar que el Presidente sigue sin saber en cuál palo ahorcarse. Pocas esperanzas –ninguna, en realidad- da el recién estrenado ministro Salas, quien por escrito (Aporrea) ha precisado, por ejemplo, que “no tiene sentido hablar de inflación y escasez cuando lo que hay es usura, especulación y acaparamiento”. Se ha declarado “defensor del control de precios” y, para que el empresariado venezolano, desde Fedecámaras hasta la más pequeña bodeguita de barrio, pierdan toda esperanza, ha dejado claro que “considera al sector privado venezolano como parasitario”. El joven, de apariencia mal encarada, nuevo líder y máximo responsable de la economía del país está convencido, y lo ha dicho, de que “Venezuela sufre una guerra económica.”. Con esta línea de pensamiento y afirmaciones no hay duda posible, que el nuevo Ministro es un teórico radical y en consecuencia los problemas del país en vez de solucionarse lo que harán –lamentablemente- será acrecentarse y profundizarse.
De acuerdo con los entendidos y estudiosos el sociólogo Salas, de tan solo 39 años, es un profesional, docente e investigador -nadie juzgará- pero al mismo tiempo está claro que con sus escritos publicados lo hacen merecedor del calificativo de extremo radical del pensamiento económico chavista. Con ninguna duda a equivocarnos podremos predecir que sus propuestas, de ponerse en práctica, terminarán de socavar, enterrar a Nicolás Maduro y al chavismo no sin antes desatar el caos en nuestra economía además de más dolor, frustración, sufrimiento e indignación de la sociedad.
Pero al mismo tiempo, en contraste con la escogencia de este teórico y poco pragmático radical como líder de la economía, el Presidente nombra en Banca y Finanzas a Rodolfo Medina, un técnico cuya trayectoria ha sido el propio Ministerio de Finanzas, con mucha experiencia en el área de presupuesto. Y para el cargo de Ministro de Industria y Comercio escogió a un empresario eficiente, gestionador y organizador de empresas, Miguel Pérez Abad, siempre amigo y defensor de Chávez y del chavismo, pero también hombre de empresa. La pregunta sería ¿cómo podrán Medina, que conoce el elevado déficit presupuestario, y Pérez Abad, que es un emprendedor, incentivar la producción y el resurgimiento industrial del país, y cómo podrán atraer inversiones extranjeras más allá del petróleo con un Vicepresidente de economía y finanzas como Luis Salas? ¡Misterios de la mente inescrutable de Nicolás Maduro!
En definitiva, el gobierno escogió el peor de los caminos al promover la conflictividad política entre poderes públicos, en medio de tan delicado escenario económico y social. Alguien sensato y menos tozudo hubiera aprovechado la oportunidad del cambio político en la Asamblea para iniciar un proceso de conversación y dar comienzo al viraje económico y transición política que a gritos reclaman los ciudadanos.
Quién sabe si con esta historia lleguemos a extrañar a Giordani y suplicar su regreso.
¡Dios mío, qué locura escribo!
@ArmandoMartini