Que Henry Ramos Allup prometa acelerar el revocatorio de Maduro no debería extrañar a nadie. Después de todo, un rasgo de un político experimentado es que tiene sus dedos puestos en el pulso de su sociedad. Y la salida de Maduro es un deseo que está a flor de piel de muchos venezolanos. Por supuesto, la decisión de colocarle fecha al revocatorio también calza con los tiempos que tendría para apoderarse del liderazgo de la MUD. Un paso que le sería clave para apuntalar su candidatura en unas eventuales elecciones anticipadas. Su llegada a Miraflores es más probable que ocurra entre la turbulencia y por vía del consenso que en una etapa de cierta distensión y a través de primarias. HRA anuncia un juego propio; y, a decir verdad, ha logrado acoplarlo con las necesidades de una sociedad a la cual le urge dejar de destruirse para entrar en un ciclo de recuperación de la democracia y del bienestar.
Nada hay de ilegítimo en las aspiraciones y pasos que pudiera estar dado HRA para posicionarse como candidato de la MUD. Incluso, habría que reconocer que él no fabricó en un laboratorio de guerra sucia los hechos sobre los que pareciera afincar su estrategia. La quiebra de la república es tan contundente que nadie la puede desconocer; de la misma manera casi todos los ciudadanos admiten que aquí los responsables son el presidente y sus amigos mafiosos.
Sin embargo, en Venezuela se aproxima el momento de buscar algún acuerdo sobre las decisiones que se deben tomar para limitar la escalada de la crisis económica y mitigar sus estragos; y, a la vez, conseguir la ruta y ocasión para avanzar hacia la salida constitucional de Maduro. Dos agendas que si bien son autónomas, cada una tiene un contenido específico y ritmo de maduración, son compatibles. De hecho, armonizarlas para ejecutarlas es parte del trabajo que tendrá que realizar la oposición en esta etapa post-electoral. Ahora bien, la agenda que por inoportuna está fuera de lugar es aquella que cada partido y dirigente pudieran tener para mercadear con exclusividad sus liderazgos.
En el contexto que existe en el país, las agendas personales y partidistas son inconvenientes aun cuando no ilegítimas. Entre otras cosas porque oscurecen la confianza y el dialogo que en la MUD tanto han costado construir. Además, agregan innecesarios problemas a la nación. Repetir que el proceso que se vive es en extremo delicado y muy complejo sería estúpido si no fuese porque en política con muchísima frecuencia se borran los límites que deben separar las aspiraciones personales de los objetivos nacionales.
La pasión inherente a la lucha por el poder invita a traspasar las fronteras que hay entre los intereses de los líderes y los públicos. Inconscientemente ellos quieren imponer su voluntad: Someter a sus seguidores y al pueblo. En el caso venezolano, ese impulso es mayor dado que hay una tradición que ha avalado la tesis según la cual el líder es quien naricea a la gente. Con estas y otras cuentas en la mano y teniendo presente que el año se inicia, quizá convenga que la MUD debata, puertas adentro o afuera, las maneras de evitar que la vocería opositora se convierta en un artilugio de candidaturas extemporáneas.
Por cierto, una cosa es usar el triunfo de diciembre para investigar, presionar y negociar, y otra distinta es emplearlo para re-polarizar al país. En una sociedad crispada tensar la cuerda es fácil; lo difícil es persuadir. Se pudiera pensar que con un poco más de 7 millones de electores comprometidos con la oposición es hora de apurar la salida de Maduro. Sin embargo, en Venezuela el asunto no sólo es de cálculos y números. La MUD prometió un cambio. Esto es: Un giro en el lenguaje, formas y maneras de conseguir, ejercer y administrar el poder.
Quizá una señal de cambio sería que la nueva mayoría parlamentaria al tiempo que acorrala a Maduro hiciera público su agradecimiento a quienes desde el Polo Patriótico apoyaron su triunfo. Transcurrido un mes de las parlamentarias no se debe desconocer que mucho más de 2 millones de militantes socialistas dieron un respaldo tácito, pero eficaz, a la promesa de cambio. Que miles de chavistas se hayan abstenido y votado nulo fue un espaldarazo que permitió obtener los 112 diputados que con justicia y argumentos hoy reclama la MUD. Reconocer ese hecho no desacredita a nadie. Después de todo, lo cortés no quita lo valiente, suele decirse. En especial, cuando agradecer es reforzar el compromiso con la reconciliación y la inclusión que la transición exige.
Alexis Alzuru
@aaalzuru