Nicolás Maduro hizo su primera presentación ante una Asamblea Nacional que no le es afecta ni le obedece incondicionalmente. Podríamos decir que tomó el camino apropiado y dijo lo que se esperaba que dijera. Nada nuevo. Aclaró que no aceptará lo que el chavismo entiende como “privatización” de las viviendas de la correspondiente Misión, es decir, la propuesta opositora de entregar títulos de propiedad a las familias que han recibido casas y apartamentos. Maduro, Cabello y el alto chavismo afirman creer que esas personas acudirán masivamente a los bancos a hipotecar sus viviendas, y que poco después también las mismas familias serán desalojadas y despojadas por los implacables bancos porque ningún propietario podrá cancelar sus onerosas y usureras hipotecas. Panorama fantasmal y terrible, que ignora, entre otras cosas, que los bancos modernos suelen evitar en lo posible tener que quedarse con un inmueble hipotecado, por razones muy estudiadas de gastos en mantenimiento y necesidad de personal para administración y ventas. Como dijo un experimentado banquero, “nuestro negocio es el dinero, no las casas”.
El Presidente Maduro insiste en el tema propagandístico que la revolución con la cual nos inundó Chávez ha sido el primer y único movimiento que se ocupó del pueblo, es decir, de los más pobres; hasta 1999, por lo dicho, nadie se ocupaba de ese sector. Nada dijo Maduro que durante lo que lleva de gobierno los nuevos pensionados y los pobres menos pobres tienen muchos más bolívares que valen y compran mucho menos, no sólo por el derrumbe de la moneda venezolana, sino por el diario crecimiento desbocado de la inflación. Que de acuerdo al Ministro Salas no existe.
Reiteró la diversidad de mensajes ya habituales en él contra la derecha, los oligarcas y pelucones, sobre el ataque sin piedad de Estados Unidos, la perversidad feroz del empresariado en general, la conspiración del capitalismo internacional y, por supuesto, la devastadora acción triunfante de la guerra económica que, a decir del Presidente, su Gobierno está perdiendo aplastantemente, aparte de que fue la burguesía parasitaria la que se llenó los bolsillos de dólares venezolanos –nada señaló de los boliburgueses ni de los 25.000 millones de dólares que, según Jorge Giordani, fueron dilapidados –robados sería mejor palabra- por el mismo Gobierno tanto en el largo y devastador tramo Chávez, como en el empeoramiento bajo el pulso poco conocedor y bastante destartalado de Nicolás Maduro y compañía.
También invitó a conversar, a dialogar, sobre los temas económicos, pero en base a sus propios principios comunistas, o sea, a desarrollar la confrontación, el vamos a discutir y a conversar con el espíritu de no entendernos ni llegar a nada. Entretanto, entregó una carpeta roja al presidente de la Asamblea Nacional, dentro de la cual iba, dijo Maduro, el plan de emergencia económica, para ser analizado por los diputados. Plan que, dicho sea de paso, ya está en vigencia pues fue publicado en gaceta oficial.
Se opuso a la amnistía y propuso una comisión paritaria que se ocupara del asunto. Lo cual es muy preocupante. Como sabemos cuando no se quiere hacer se nombran esas ilustres comisiones que para nada sirven y nada hacen, dándole largas a la Ley de Amnistía que es un compromiso que no se discute. ¿Qué esperan para aprobar la Ley o decreto de Amnistía?
De la inseguridad social, la crisis hospitalaria y el incontrolable auge del hampa, sólo un par de frases sin mayor relevancia.
Quedó claro que Nicolás Maduro sigue sin entender la cuestión petrolera; eso, o miente descaradamente; Maduro sigue clamando a la OPEP para reducir la producción como arma para recuperar los precios internacionales, y le siguen respondiendo que el mercado cambió, que el mango de la sartén petrolera lo tienen en sus manos los compradores; por eso los árabes, que si saben de lo que hablan en el área petrolera y acumularon reservas monetarias e inversiones para soportar la caída de los precios. Sólo Kuwait cuenta con centenares de millones de dólares, para no hablar de Arabia Saudita y resto del islamismo petrolero. Los árabes, y se lo han reiterado a Maduro varias veces, no van a cerrar los chorros petroleros, van a conservar mercados, que es una estrategia diferente.
También mintiendo desgarradamente, o sin razonar en absoluto, lo referido a los misterios de la economía; por eso sigue divagando sobre la producción nacional, pero sin hablar de que fue el propio Hugo Chávez y su gigantesca ignorancia quienes la barrieron en el campo, en la ganadería, en la agroindustria y en la estructura industrial grande, mediana y pequeña, y eso en todo el país; una maldición que continúa el propio Maduro con terquedad digna de mejor causa. El primer Presidente chavista mostró nuevamente su absoluto desconocimiento de la realidad, las necesidades y expectativas del sector productivo en general, tanto productores como importadores de insumos y de productos. El nombramiento de Pérez Abad es un acto de desesperación y esperanza, al mismo tiempo poco útil si tiene que reportarle a un radical duro como el Vicepresidente Salas.
Fue un discurso que se hizo aburrido, fastidioso casi desde el comienzo porque de inmediato dejó claro que no habría nada nuevo, lo que los chavistas presentes aplaudieron con su habitual disciplina revolucionaria. Una larga y repetitiva disertación que indicó que la confrontación seguirá como bandera presidencial. Un mensaje más bien afable para especificar que todo cambio será para que todo siga igual. O peor.
Una alocución para las barras rojas, aunque pareciera que el Presidente quiere creer que la mayoritaria masa popular le sigue teniendo confianza. Unas palabras en busca de emoción pero poco lograron en emotividad porque eran frases y conceptos que todo el mundo sabe que han sido rotundos fracasos. Maduro volvió a mostrar que el fantasma de Hugo Chávez lo sigue perturbando, un espectro demasiado pesado que lo aplasta reverencialmente.
Luego tomó la palabra –según se ha podido conocer: ni prevista ni esperada- el presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, quien hizo algunas puntualizaciones dirigidas, más que a Nicolás Maduro, a los otros poderes constituyentes presentes, que han causado gran revuelo.
El discurso sorpresivo de Ramos Allup asombró, fue respetuoso, grato, sencillo y como buen adeco supo llegar a toda Venezuela aprovechando con inteligencia la cadena nacional. Sus puntillazos, su sarcasmo e ironías, además de gesticulaciones y propias características del personaje, fueron usadas y utilizadas hábilmente por el orador. Tal es el impacto producido que los ciudadanos en la calle parecen haber olvidado a Capriles, siguen esperanzados en Leopoldo y ahora como referencia obligada, a la expectativa con Henry –no Falcón- Ramos Allup. Así las cosas se impuso la veteranía política y aquel refrán de zorro viejo. “Adelante a luchar milicianos” retumbó en las redes y comentarios. Veamos cuánto dura y a dónde va.
Lo único nuevo, no por tal sino porque parecía olvidado, fue el anuncio de que este año, pasadas las elecciones, se aumentará el precio de la gasolina. Quién sabe si se atrevan, pero seguramente la brutal realidad obligue a Nicolás Maduro a tomar finalmente esa decisión tan anunciada, tan retrasada y tan temida.
@ArmandoMartini