Sin embargo, no acepta que la escasez, la inflación y demás resultados económicos son la consecuencia del mal manejo de una bonanza petrolera, que duró 10 años, de la acumulación de errores en la política fiscal, monetaria y cambiaria del país aunado a la permisividad ante hechos de corrupción y sigue culpando de ellos a una fantasiosa guerra económica, que solo existe en la mente de algunos.
Después de meses tratando de maquillar las cifras el BCV presentó números equiparables a los de un país en guerra, señalando como únicas causas la caída del precio del petróleo y el ascenso del precio del dólar paralelo (que no es causa sino consecuencia).
Maduro y su gabinete no han descubierto todavía el agua tibia. No saben que para resolver el problema de nuestra economía más que un decreto de emergencia, se necesita que las causas del problema sean entendidas, atendidas y atacadas con prontitud y lógica, ignoran que para acabar con los desequilibrios económicos en el país hace más falta medidas económicas adecuadas acompañadas de la voluntad política necesaria para implementarlas que actos administrativos.
El Decreto presentado no indica claramente las medidas que se tomarán, pero si precisa mecanismos para que se profundice el intervencionismo del Estado. Los resultados de estos 17 años de revolución, confirman que ese modelo de falsos controles es un fracaso, que en él solo se producen crecimientos de los índices que miden pobreza y marginalidad, es sin duda alguna, un modelo productor de miseria. Hoy en Venezuela, tenemos la peor contracción económica de los últimos 25 años, inflación de 3 dígitos y niveles de pobreza muy superiores a los de 1998.
Señor Maduro, usted sabe que toda la responsabilidad esta en sus manos, haga algo, pero hágalo bien, RENUNCIE y permita que el pueblo elija un mejor destino.
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