Cuando una persona acude a instituciones públicas o privadas de un país, puede percibir de inmediato, además de las potencialidades y virtudes de sus habitantes, los atributos de sus instituciones y empresas a través de sus funcionarios y empleados. Ciertamente, ellos expresan el potencial ético, la eficiencia, la eficacia, la amabilidad, el sentido de responsabilidad y de pertenencia de esa nación. Son la vitrina central. Por ello, cuando entramos a sedes de ministerios, hospitales, instituciones escolares, terminales de pasajeros, mercados o supermercados, comenzamos por observar y admirar la arquitectura, la estética funcional, la organización, distribución y la escrupulosa higiene de sus instalaciones. A ello, ineludiblemente, agregamos la observancia del celo ético, la idoneidad, la capacidad de respuesta y atención efectiva de sus recursos humanos. Y es allí, cuando de inmediato nos damos cuenta que estamos ante un país competente y bien administrado. ¿Cuál es el secreto? Este secreto no existe. Pues todo se descubre, se revela, se expresa y se hace visible, en los pasos minuciosos de las formas y prácticas eficientes de la administración. Los venezolanos que salen de su casa a realizar cualquier diligencia, lo que más aspiran, es encontrar a esta clase de funcionarios y empleados. Quieren hallarlos competentes, que expresen desde su amable atención, organización sustentada sobre los aspectos relevantes de una previa planificación, que se evidencie en la ejecución del servicio prestado. La eficacia y eficiencia de este servicio, se mantendrá, si y solo si, se activa con celo y de manera permanente el control y la evaluación en toda la trayectoria, sin olvidarse de cada una de sus partes.
Venezuela, es un país joven. Su tradición expresa, desde sus fundadores y padres libertadores, inteligencia, manifiesta propensión al trabajo y alegría sin par. ¡He aquí su potencial! Su responsabilidad y humor que son reconocidos más allá de las fronteras, deberían sustentar la fortaleza operativa y hacendosa de la administración requerible, para la efectiva transformación, que impulse el desarrollo y progreso deseable, que enriquezcan en el hecho, el desiderátum de la nación y de cada venezolano. Si el espíritu, la inteligencia, la propensión al trabajo y el sentido de pertenencia de la nación se organizan, bajo una administración consciente e imparcial en su operatividad y funciones, sin abandonar ni discriminar a ninguna de sus estructuras, lograría ineludiblemente, cambios ciertos. Así despertarían futuros positivos y posibles, en todos los factores del desarrollo político, social y económico del país. Los recursos humanos, la preparación profesional y la capacidad gerencial existen en el país; pero cada uno en su tenor, están siendo partidizados, mal orientados, subutilizados y sin apego a los principios de las relaciones públicas. ¿Qué es lo único que falta? La respuesta, la empuja la actual crisis. Y la solución se encontrará, solamente, si la voluntad política de todos los sectores del país la sabe superar, y de una buena vez, se torna imparcial, se desprende de todo atavismo anacrónico y depredador, de la incompetente y excesiva burocracia, del clientelismo político y sindical, de la corrupción y la impunidad, del nepotismo y el compadrazgo, de el arribismo y el facilismo. Estas, entre otras causas, en su conjunto, están precipitando el fracaso. Reducirlas al mínimo, salvan a la nación.
Víctor Vielma Molina/Educador/ victormvielmamolina@gmail.com