Lo de radical tiene su explicación. Ser radical es ir a la raíz de los problemas sin agotarnos exclusivamente en las consecuencias de los mismos. Claro que deben ser atendidas de inmediato, pero se hace indispensable ir directo a las causas. Son conocidas por todos, pero ignoradas por muchos consciente o inconscientemente. Los problemas del país está sobre diagnosticados. También existen múltiples soluciones y gente competente para resolverlos. Pero, por supuesto, si la gente necesaria se sigue buscando donde mismo, los resultados serán iguales o peores a lo que tenemos. Allí no están. La mirada escrutadora debe centrarse en eso que llamamos la sociedad civil. Es decir, en los sectores económicos y sociales, en las universidades y academias, en los gremios profesionales, en las iglesias y, en fin, entre los ciudadanos de a pie hombres y mujeres de trabajo que dominan su área y están dispuestos a darlo todo por una causa justa y necesaria. Lo que no es posible sería continuar con el espectáculo de ver ministros enfrentados existencialmente a los sectores que deberían representar.
Se necesita un gran entendimiento nacional, tanto para la sustitución del régimen como para la reconstrucción institucional y ética de la República. La Constitución señala caminos y alternativas posibles. Lo que no debe ni puede continuar es la situación actual. Se agrava el enfrentamiento entre la Asamblea Nacional recién instalada y las demás ramas del poder público, anarquizadas, sin rumbo positivo y al margen del Estado de Derecho que señala las atribuciones y alcances de cada una de esas ramas.
“Sostener y defender, cumplir y hacer cumplir, la Constitución y Leyes de la República”. Así juran todos los integrantes de los poderes públicos. La mención se dirige en esta hora, especialmente, a los miembros de la fuerza armada nacional.
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